Despejado pero asfixiante.

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Hongbin abrió los ojos y se sorprendió de ser capaz de poder distinguir las paredes. Sabía que había estado drogado mucho tiempo. Aspiro fuerte, necesitando llenar sus pulmones de  aire nuevo, necesitaba fuerzas.

Algo temeroso recargó su peso en los brazos e intentó levantarse y, lo logró; puso los pies en el suelo balanceándose hacía adelante. Con el paso endeble llegó hasta el baño y contempló su reflejo.

El rostro claro adornado por unas fuertes ojeras era lo que se podía apreciar, aunque ya no estaba tan flaco, se notaba la falta de ejercicio. La ropa estaba limpia, seguro Elizabeth se la cambiaba cada día y lo aseaba porque  podía sentir el aroma a desodorante y jabón, suspiró ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Qué había hecho en todo ese tiempo?

Otra vez con el paso lento caminó hasta la cocina y vio el calendario; ¡habían pasado dos semanas! desde que estuvo lucido.

– ¡MALDICIÓN! -¿Cómo podía esa mujer mantenerlo así?

Ya no podía más, ya no quería más.

Aún algo débil fue hasta una ventana y rompió el cristal ¿Qué iba hacer? Hace dos semanas tenía miedo, veía a esa muñeca frente a él y deseaba ser suyo para siempre. Deseaba morir. Ahora solo quería escapar a un lugar tranquilo y olvidarse de todo. El miedo ahora, le estaba dando el coraje para saltar al vació y esperar un futuro mejor, o dejar de tenerlo.

"Pero no puedes, eres un asesino."

Se detuvo, su conciencia le recordó la verdad, además ¿A dónde podía ir? No había salida, la policía le encontraría si salía de esa casa, lo meterían a la cárcel y hasta ahí quedaría su tranquila vida soñada.

– ¡NO PUEDE SER! –se arrodilló sobre los cristales rotos. – ¡NO HAY SALIDA! –Llorando como un necio se levantó de nuevo, absorto en el dolor que le producía el no saber qué hacer. –Si me quedo, seré más culpable de lo que soy... -reflexionó. –Si me voy, corro peligro pero ¿Cuánto tiempo me queda antes de eso?

Se limpió las lágrimas, suspiró profundo y pensó en el pasado. Justo cuando conoció a Hyuk quería desagraciarlo, quería hacer que ese pequeño joven médico pidiera piedad, ese era su sueño, su único anhelo en la vida. Luego quiso verlo sonreír y luego..., Hyuk le había dado esperanzas. Aún después de todo, quiso alejarlo, por primera vez en su vida deseó que alguien estuviese lejos de él para protegerlo.

–Hyuk... – susurró con la mente confusa –te necesito.

Cuando ya no hay salidas rompe el muro, y si los pedazos se te abalanzan encima, solo esquívalos o aguanta el dolor, pronto la luz volverá a iluminarte.

Hongbin cerró los ojos con fuerza. Ya no aguantaría más.

Puso un pie en el jardín y pronto el calor comenzó a molestarle, luego el otro pie y ya estaba más cerca de alejarse de su asqueroso destino. Caminó hasta la reja llena de enredaderas que contorneaban su casa y comenzó a escalar. No iba a perder tiempo en ir hasta la entrada y salir. Después del horrible esfuerzo se lanzó desde lo alto del cerco y cayó de bruces en el pasto tierno del terreno. Le dolieron los brazos, aunque ya no había tiempo para lamentaciones.

Con la respiración agitada se detuvo un momento, observó bien su entorno antes de echarse a correr con todas sus fuerza, sintiendo el viento violento en su cara y las lágrimas desesperadas que se le escapaban de pronto. Corrió tanto como sus piernas le permitieron y la imagen de Hyuk en su mente le hacía seguir sin desmoronarse. Pronto estuvo en la ciudad, había personas que le miraban a ratos, animales que se tropezaban con él y pájaros que le mantenían cuerdo.

Yerro (Hyukbin)Kde žijí příběhy. Začni objevovat