Ruega perdón.

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La mañana estaba fría, el viento suave se pasaba por las hendijas de la vieja casa. Hongbin despertó con dolor en el cuello. Dormir en el sillón no era muy agradable. Desayunó entonces algo de leche que le había traído Hyuk y unas galletas que tenía desde hace años, se tomó la medicina y se volvió a tirar en el sillón. Suspiró. Pronto ya no podría dormir, las pesadillas eran más cada día y parece que la espera de Elizabeth era mucho más larga que antes..., todo parecía mucho más que antes.

Horas más tarde un mensaje de Hyuk llego hasta su teléfono, era para recordarle de su visita con el psicólogo, Hongbin suspiró, otro hombre deseable, el psicólogo sería perfecto para ayudarle en el sótano.

Como nunca, ya estaba puntualmente en la consulta del psicólogo Cha Hak Yeon, sentado en el cómodo sillón tapizado.

– ¿Cómo has estado Hongbin? ¿Estas tomando tus medicinas? –Hongbin pego un suspiro y miro al psicólogo frente a él, el chico sonreía achinando sus ojos gatunos.

–Estoy mejor..., la cosa ha cambiado desde que el doctor Han me visita –Hongbin sabía que ese comentario despertaría dudas en el psicólogo.

– ¿Te visita? –El rostro de Hak Yeon estaba confuso.

–Sí, me lleva alimento cada vez que puede. Se está convirtiendo en un buen amigo –HakYeon anoto algo en su libreta y se puso serio.

–E-Eso es..., extraño –comentó -¿Tú se lo pides? –Hongbin negó con la cabeza -¡Vaya! Hyuk es un misterio –dijo más para sí que para su paciente.

Al igual que la primera vez la sesión fue rápida y Hongbin terminó calmado, en cambio el psicólogo estaba algo confuso. Lo que Hongbin decía no calzaban para nada. A veces parecía que el chico quería hacerse pasar por alguien depresivo pero luego mostraba lucidez parcial.

Cuando HakYeon le despidió Hongbin salió algo mareado y caminó sin conciencia por el barrio, la tarde ya estaba cayendo y dentro de poco se prenderían las farolas. La luz comenzaba a escasear. Hongbin poco conocía ese lugar y a pesar de que Hyuk se ofreció para ir a buscarlo él se rehusó, ahora se arrepentía. Cuando salía en plena noche con Elizabeth todo era agradable, las personas le temían y él era libre de intimidar como quisiera, ahora por extraño que pareciera se sentía desconfiado. Pasos desconocidos le estaban siguiendo.

Su mirada recorrió el barrio con desconfianza, no había nadie, ni siquiera los típicos perros callejeros que por lo general se pasen buscando comida. El viento soplaba suave, estremeciéndole. Su caminata siguió tranquila hasta que una voz tosca le preocupo.

– ¿Eres nuevo? –Hongbin miró tras de él, un hombre de mediana edad junto a un joven de verdes ojos dormidos le miraban lascivamente. –No estas mal, los maricones abundan ahora en este barrio –Hongbin sintió como todo su cuerpo temblaba. En el pasado siempre le llamaban marica por su contextura delgada y sus facciones suaves, siempre se burlaron de él y le denigraron, con el tiempo perdió la confianza y se refugió en la música pesada, todo eso hasta que conoció a Elizabeth.

– ¡No soy maricon! –gritó Hongbin encarando a los tipos que le miraban con una maliciosa sonrisa en la cara. – ¡Eso serán ustedes!

– ¡Ya te enseñaremos a responder mariconcito! –Hongbin vio como los tipos corrían detrás de él tan rápido como no esperaba, así que haciendo uso de sus desgastadas fuerzas emprendió la marcha.

Sus piernas que estaban delgadas se estaba cansando más de lo que creía y aquellos desgraciados ya le pisaban los talones.

– ¡No corras! ¡Te pagaremos! –Hongbin se sentía miserable, siempre era él quien perseguía y se mofaba de sus víctimas. –Te haremos sentir bien, pequeño.

Desesperado Hongbin deseo que su casa se encontrara cerca y cuando quiso doblar en la esquina alguien le golpeo justo en sus tobillos, la cabeza le azoto en el suelo. Todo comenzó a moverse.

– ¡Agárralo! –Esa voz sonó tan distante que Hongbin no se dio cuenta cuando lo estaban cargando, luego su mundo se nublo.

"Todo lo que haces se te devuelve".

Hongbin nunca pensó que la desesperación de ser cazado sería tan horrible, jamás se imaginó el pánico que llegaría a sentir.

Cuando abrió los ojos y fue consiente se encontró atado de pies y manos, en su boca había cinta de embalaje. Era un lugar obscuro. No pudo darse cuenta de inmediato pero ya no tenía los pantalones y una boca desconocida le estaba haciendo un trabajito no muy decente, se desesperó cuando se dio cuenta de que no podía escapar y más aún cuando algo blando y alargado toco su mejilla derecha.

Desesperado y sin poder ver nada quiso gritar pero la cinta se lo impedía. Los tipos se reían mientras le acariciaban de un lado a otro todo el cuerpo, la sensación era repugnante.

–Ya verás cómo gozas pequeño –Hongbin nunca antes se había sentido tan vulnerable, se sintió pequeño y estúpido, el arrepentimiento le pego de frente con una fuerza inhumana.

"¡Hyuk sálvame!"

Ya no sabía qué hacer, esas cuerdas no cedían por nada del mundo y los golpes en su cara para que se quedara tranquilo eran cada vez más fuerte. Sus lágrimas lavaban la sangre que manaba de sus mejillas.

–Quítale la cinta para que podamos escuchar como gime –dijo uno de los hombres y Hongbin tuvo algo de esperanza.

– ¿Y si grita? –cuestionó el otro.

– ¿Quién podrá escucharlo desde aquí? Deja de ser tan paranoico, este lugar esta desierto.

La cinta le fue arrancada con violencia y todo el bello que tenía en la barbilla salió de inmediato junto con un grito desgarrador.

– ¡YA BASTA! ¡DEJENME! –gritó desesperado mientras se retorcía para poder soltarse y escapar.

– ¡CALLATE! –Una bofetada le dejo sin habla –Ahora comienza lo bueno. –El tipo le dio la vuelta de una patada y se posiciono entre sus nalga, Hongbin ahogo in grito de pánico, no quería eso, todo menos eso, él mismo era testigo de cómo sufrían sus víctimas cuando les hacía eso.

–Perdón..., perdón –susurró sin dejar de llorar.

– ¿A quién le pides perdón marica? ¿Acaso te siente culpable por no cooperar? –El moreno apretó los ojos e imagino a cada uno de los pobre niños que siempre le rogaban que los deje escapar, a veces le ofrecían algo a cambio de su libertad. Muchos de esos niños le dijeron que estaban dispuestos a tener sexo con él con tal de que los deje vivir. ¡Ah! Cuando deseo haberlos dejado vivir, cuanto deseó que aquellos pequeños nunca hubiesen llegado a sus manos.

– ¡AHHHH! –Le estaban partiendo en dos, su cuerpo entero se tensó, cada musculo se contrajo y un grito de profundo dolor se le atraganto en la garganta, estaba siendo sodomizado. El tipo le embistió dos veces lentamente, como si se burlara de todo el dolor que sentía y luego fue rápido, destrozándole por completo.

Enfrente las cosas no estaban mejor, el otro hombre se le planto delante y comenzó a follarle la boca impidiéndole respirar con normalidad, de repente le daban arcadas que le hacían perder la conciencia; su vida ya no podía ser más miserable.

Su cuerpo entero temblaba incontrolablemente, le dolía todo el rostro y ya no podía sentir su trasero en lo absoluto, tampoco sabía si eso lo estaba soñando o era parte de sus miedos más profundos, pero cuando otra patada llego a despertarlo se encontró con la triste realidad. El tipo que le sodomizaba se corrió en su interior y un fluido espeso mesclado con sangre salió desde sus profundidades.

– ¡Eres un asco chico! –dijo el hombre mientras de reía de él. – ¿Debería matarte para evitarte la vergüenza? –Hongbin ya no podía hacer nada, ni siquiera salían sonidos de su boca, solo quería vomitar y dormir por mucho tiempo. Las palabras de aquel hombre ya no significaban anda, podría morir y no le importaría.

–Vámonos ya, dejémoslo en la calle, morirá de todos modos – El otro hombre razono y luego de que los dos malhechores se acomodaran las ropas lo dejaron tirado en pleno pavimento.

Hongbin vio como los tipos se alejaban de él.

–Perdón... -dijo antes de perder la conciencia.

Yerro (Hyukbin)Where stories live. Discover now