Hunter Vessel

17 1 0
                                    


Me regocijo en la comodidad del sofá, a la tenue luz que emite el televisor. Afuera los niños pedían dulces no hacía más que unas cuantas horas, llegaban emocionados tocando a mi puerta esperando a que abriera y les diera sus tan deseados caramelos.

Por cuestiones psicológicas yo nunca los atendí, sólo hacía como si no escuchara nada. Odio estas fechas, desde que era un pequeño las repudié y, por ende, nunca las celebré. Era difícil estar casi un mes así, mas no tenía ninguna opción que no fuera no salir más de lo necesario.

Una copa de vino junto a mí es todo lo que necesito para sobrellevar todas las abominaciones de esta noche. Pese a que ya ha terminado, los sonidos son lo suficiente como para atrofiar mi conciencia. Éste es el quinto trago. Mi visión está ya borrosa, e incluso percibo como si todo se moviera en cámara lenta cada vez que cambio mi vista de dirección.

Mis párpados comienzan a cerrarse, el alcohol ha hecho bien su trabajo de ayudarme a dormir una vez más.

El sonido del cristal rompiéndose hace que pegue un salto y regrese casi a mis cinco sentidos. Me pongo en pie y camino hacia la ventana, destrozando los pequeños trozos de vidrio con mi peso corporal. No veo a nadie afuera, seguro debe ser alguna broma de adolescentes que aún andan por las calles haciendo travesuras.

Asomo mi cabeza: nada. Echo un vistazo hacia los alrededores: nada. Suspiro mientras me encojo de hombros, la tranquilidad regresa a mí hacia que escucho otro cristal romperse, esta vez en la cocina.

Me apuro en llegar hasta ahí, veo a todas direcciones ni bien estoy frente a la ventana: nada.

Respiro hondo, froto mis párpados y dejo salir un gemido de fastidio. Tomo un vaso de una repisa cerca de mí y lo lleno de agua. Me dispongo a beber hasta que, alguien toca la puerta. Pongo el vaso sobre la mesa y voy a ver quién toca a tan altas horas de la noche.

Me acerco a la entrada cuando, de repente, caigo al suelo luego de que un hacha se estrellara contra la puerta. Miro atónito cómo el objeto vuelve a atravesar el portal, haciéndolo cada vez más débil.

Arrastro mi cuerpo por el piso sin hacer más que ver cómo el arma rompe, al fin, lo único que me separaba de su misterioso portador. Tiene una enorme circunferencia color negro alrededor de sus ojos; nariz y boca pintados de un rojo casi igual a la sangre; las mejillas y la frente de blanco; y llevaba una enorme gabardina gris que le llegaba hasta los tobillos.

Se aproxima hacia mí, mientras que yo, sin poder pensar de forma correcta, lo único que hago es utilizar mis manos para alejarme de a poco, aunque de nada sirve. Mi respiración está bastante agitada, y a pesar de ello apenas puedo sentir que el oxígeno llega a mis pulmones.

El visitante utiliza su arma para levantarme la cara. Lo miro a los ojos, veo como los entrecierra y luego inclina su cabeza unos setenta grados. Hay algo extraño en su mirada, la manera en la que me observa. La expresión en sus globos oculares no demuestra gusto, entusiasmo o placer por lo que está haciendo. No hay nada en ellos.

—Descansa, Erick —vocifera.

Su voz da vueltas en mi cabeza. La conozco.

Él levanta el hacha, la mantiene en alto y me mira, sin hacer nada.

Me dispongo a decir algo.

El arma se clava en mi cráneo.

AnónimoWo Geschichten leben. Entdecke jetzt