Anónimo 2.0

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Éste es un cuento que escribí para un concurso en mi preparatoria llamado Creadores Literarios, el cual pasó a la fase estatal en 3er lugar pero no avanzó más. Agradezco a mi maestro de lectura (Mario) por ayudarme con la corrección.

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Las sábanas de mi cama cubren mi cuerpo semidesnudo, pero no son suficientes para protegerme del frío que siento desde hace ya dos semanas que Él llegó. Siento su mano tocar mi hombro, escucho su voz en mi cabeza susurrando cosas que finjo que no escucho. Todo lo que trae consigo es siempre malo, no quiero oírlo más, desde que esto comenzó todo ha sido un mar de desesperación y tristeza.

Quiero hacerme creer que no está aquí conmigo, que todo es producto de mi imaginación después de los sucesos de los últimos días. Sin embargo su presencia es innegable, me lo recuerda a cada momento. Me ha hecho ser consciente de que lo que creía que eran sólo alucinaciones en realidad era algo mucho más grande.

Éste es el segundo día que paso solo en casa, me gustaría decir que mis padres salieron de viaje, que están de visita con algún familiar o cualquier otra cosa, mas la realidad es otra. Éste es el segundo día que paso solo en casa tras su muerte, luego de que cayeron en un precipicio y perdieran la vida a causa de los golpes que habían recibido en la cabeza.

No sé si debería llorar o tan sólo reír. No he derramado una sola lágrima desde que recibí la noticia, he llorado tanto en los últimos días que ahora mis lagrimales parecerían secos. Debería alegrarme de que aún sigo vivo, ya han muerto casi todos mis amigos, mi hermano y ahora también mis padres. No, quizá seguir vivo no es algo por lo que debería sentirme feliz.

―Tú sabes muy bien que no te haré daño, no a ti ―susurra Él, acariciando mi costado derecho sobre las sábanas.

No le respondo, me limito a cerrar los ojos e intentar dormir, con miedo. No he tenido un buen descanso desde que llegó, aunque tampoco es como que me guste mucho hacerlo. Ya no tengo buenos sueños, todos se han convertido en pesadillas gracias a Él.

―Vamos, ven a jugar conmigo ―musita, con su tono de voz que hace que se me erice la piel―. Tengo algo que sé que te encantará.

Aprieto mis párpados con fuerza y me cubro los oídos. No quiero escucharlo, sé que si hago lo que me pide volveré a caer y entonces las cosas empeorarán aún más. Cada una de las veces que lo escuché me tenía una sorpresa desagradable, una más que la otra. Si la última había sido quitarme a mis padres, no quería imaginarme cuál sería la siguiente.

Ya no tengo nada que perder, todo lo que algún día llegué a amar me lo había arrebatado. Primero mi hermano, luego mis padres... La única persona que me queda ahora es mi mejor amigo, Erick, de quien tomé distancia ni bien esta pesadilla comenzó.

―Y dime, ¿no quieres ver a Erick? ¿No quieres que él esté junto a ti en este momento?

Me quito las sábanas en cuanto escucho eso. Sus palabras no son buenas. Haberlas escuchado antes había servido para darme cuenta de que cada vez que dice algo que parece ser bueno en realidad significa otra cosa, muy distinta a la que da a entender.

Me pongo de pie y volteo a verlo. Está sonriendo, se me eriza la piel con tan sólo ver la forma en que lo hace. Me apresuro en buscar ropa que ponerme, no me molesto siquiera en escogerla, saco cualquier cosa que sirva para cubrirme de pies a cabeza y me lo pongo de inmediato.

Salgo corriendo de mi habitación y bajo las escaleras lo más rápido que puedo, teniendo poco cuidado en donde piso. Al llegar al penúltimo escalón me doblo el pie izquierdo, caigo al piso de lado. Me duele el tobillo, sin embargo el dolor no es suficiente para hacerme olvidar lo que debo hacer.

AnónimoWhere stories live. Discover now