5. Lasaña

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—Mi mamá te quiere conocer.

—¿Tu mamá?

—Sí, le he hablado mucho de ti y dice que pareces ser una chica bastante linda así que te quiere conocer. —Dijo aquél día mientras sacaba su cuaderno de matemáticas—. Saliendo de aquí vamos a mi casa.

—Pero es miércoles.

—Y mañana jueves, ¿eso importa?

Negué dejando el tema.

—Avísale a tu mamá —asentí y saqué mi celular.

Puedo ir a comer con un amigo?

Llega antes que tu papá. Fue su respuesta.

A la hora de la salida el hermano de Fernando nos esperaba.

—Meri, él es mi hermano. José, ella es Meri.

—Un placer conocerte —dijo con una sonrisa de lado.

Subimos a su jeep, Fernando se sentó en el asiento del copiloto y yo atrás. Todo el camino platicaron entre ellos, cuando llegamos casi caía al bajar lo que provocó la risa de ambos hermanos. Fernando me dio su mano, cuando pasamos junto a José me puso la mano en la espalda baja... demasiado abajo.

—Eso es mío José. —Fernando quitó la mano de su hermano y la reemplazó por la suya, sin embargo él me sujetaba de la cadera. Entramos a la casa, decorada elegantemente— ¡Mamá! Ya llegamos.

Se escucharon unos tacones y apareció una señora que bien podría haber venido con la casa. Ver a su mamá vestida de esa manera me hizo sentir fuera de lugar con mi estúpido uniforme escolar.

—¿Ella es Meritzel? —preguntó a Fernando, bien, creo que conbinaba tan bien con la casa que ni siquiera me notó.

—Ya esta la comida? —intervino José

—Sí, pasen, pasen —Fernando me guió al comedor y me indicó dónde sentarme.

—Mayra, sirve la comida -una joven no mucho mayor que yo salió de la cocina, José sin disimulo alguno se quedó viendo el trasero de la chica— espero que te guste la lasaña, Meri. —Al parecer ya no era invisible.

Sentí un vacío en el estómago, ¿lasaña? Al ver mi plato frente a mi decidí comenzar a comer el spaghetti.

—¿No te gusta la lasaña? —preguntó Fernando, se notaba el fastidio en su voz.

No contesté y contra todos mis principios metí un trozo en mi boca. Cuando pasó a mi garganta no pude soportarlo más, todas esas imágenes que me hicieron tomar el camino del veganismo se reproducían como una película que solo yo era capaz de ver.

—¿Dónde está el baño?

—Por el pasillo, segunda puerta de la derecha —respondió la chica.

Me paré sin importarme parecer descortés, apenas salí de su vista corrí camino al baño y vomité. Maldita sea, ¿por qué tuvo que ser lasaña?

Atrapada en tus mentiras Where stories live. Discover now