El hombre soñado

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Ella no buscaba el invierno

Él lo portaba en su halo

Se vistió de pieles para soportarlo

Para no perderlo, con tal de amarlo.

La escarcha vistió sus ventanas antes llenas de flores.

El gris cubrió todo lo que antes tuvo colores.

Recibió los besos más fríos que sus labios tibios jamás probaron

Ocultaron las estrellas su brillo, las mariposas su vuelo, las golondrinas su peregrino paso.

Transcurrió el año en un invierno perpetuo que se llevó las tardes tibias del verano.

Pero sus ojos se mantuvieron ciegos, obnubilados por la belleza de su rostro, la perfección de su carne y la promesa de un te amo.

Y así hubiese transcurrido la vida entera, patinando en el hielo de su mirada azul

Más otros ojos color otoño atravesaron los suyos trayendo el fuego capaz de revertir el poderoso hechizo de sus yertos brazos.

Aquellos ojos portaban el sol, aquellos brazos que envolvían la primavera, traían consigo la vuelta de mil veranos.

Se dejó llevar, mientras el bello se quedó llorando, duras lágrimas de hielo, prometiendo devolver el sol que secuestró de su vida, las golondrinas, las mariposas, los versos y todo aquello que componía el alma de aquella mujer amada que se escurría entre sus dedos cual nieve deshecha.

Aunque ella amaba el invierno, no deseaba morir de frio a su lado.

Lo dejó partir con el alma tibia, el corazón rebosante de flores, los ojos reflejando el brillo del universo y el sol habitando en su pecho.

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Sin que me diese cuenta como blancas palomas carentes de alas comenzaron a aparecer aquellas notas en los lugares más insospechados de la casa, la manilla de mi coche y bajo el felpudo de entrada.

Eran pequeñas misivas cargadas de guiños, que olían a perfume del hombre que soñaba, ese olor que me transportaba a una cabaña con leños en la chimenea en invierno con nieve en las ventanas, olor a tarde relajada en casa de mis padres armando un puzle recostada con la vida en perspectiva y una meta de llegada.

Hace años vivo en el invierno, el frío es mi compañero y aunque duermo acompañada, termino siempre abrazando la almohada, suspirando en sueños, anhelando tu abrigo. Pero cuando me acerco a tus brazos tú te alejas, ampliando el espectro vacío de nuestra enorme cama, dejándome anclada en la orilla opuesta, mientras divago acerca de tus sueños, preguntándome constantemente si alguna otra ronda en ellos, quien se habrá adueñado de mi amado.

Cuando te conocí ya sospechaba de tus ojos de hielo, ese azul oscuro me cautivó, por primera vez algo tan banal como la belleza fue el principal causante de este enamoramiento casi infantil. Te fijaste en mí y ello fue como ganar el número premiado, el ramo de la novia, el último pasaje en el bus de regreso a casa después de una jornada de arduo trabajo.

Y emprendí una vida contigo, sin tener más que ofrecer que mi perpetua adoración. Amaba el suelo que pisabas, olía extasiada el trazo de café remanente de aquella taza que bebías junto al periódico por las mañanas.

Te miraba con los ojos con los que me hubiera gustado que tú me vieses por las mañanas, cuando despertaba plena, con el cabello revuelto como los nidos de pájaros que en nuestro jardín moraban.

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⏰ Última actualización: Apr 11, 2017 ⏰

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