Los príncipes me miraron, y se posicionaron defensivamente. El mayor de todos fue el primero en cambiar: en sus manos aparecieron marcas dibujadas de lo que parecían ondas. Las yemas de los dedos del segundo más mayor se volvieron color púrpura. En cambio, a los dos pequeños le pasó algo extraño: su cuerpo iba y venía. ¿Qué demonios significaba aquello? Mis amigos, al no saber cómo actuar, les imitaron y cambiaron también. Los más pequeños de todos, que empuñaban un cuchillo en cada mano, cerraron los ojos e, instantes después, desaparecieron. Paré el tiempo, congelé el suelo e hice que mis manos prendieran. Cuando lo accioné de nuevo oí un quejido. Los dos chiquitines habían resbalado y habían caído al suelo. Congelé el tiempo, cogí a aquellos dos patosos, los situé en una esquina e hice aparecer una gruesa capa de hielo a su alrededor, de tal manera que quedasen totalmente encerrados e inmovilizados. Descongelé el tiempo de nuevo. Dos menos, pensé. Sequé todas las plantas que había en la sala y miré a Jacob. Una sonrisa burlona de satisfacción inundó mis labios. De repente, apareció a mi lado. Hice lo mismo he había hecho con los otros dos críos. Sólo quedaban Arlem y los príncipes más mayores. A Arlem ya le conocía, por lo que ataqué y le encerré en hielo como había hecho con los demás. En menos de diez segundos me había deshecho de todos excepto de aquellos dos muchachos. No quería hacer nada antes de saber que habilidades tenían. Entonces, me percaté de que el de las yemas púrpuras husmeaba entre unos robots rotos que había a la derecha de la sala. Este gimnasio tiene de todo, pensé. En cuanto los tocó, cobraron vida y arremetieron contra mí. Me aparté de un salto y le miré. Cada cosa que tocaba cobraba vida. Repentinamente, un ruido ensordecedor inundó mi mente.

-Pero... ¿qué...?

No me dejaba pensar con claridad. Puse la mano sobre el hielo e hice que una sarta de afilados cuchillos y punzones saltasen contra los príncipes. Ambos quedaron mínimamente heridos. Pero aquel sonido seguía ahí, y el único en pié era el heredero al trono. El sonido variaba. Pasaba de ser agudo a ser grave; de ser intenso a ser un simple pitido. Aquel chico manipulaba el sonido. Ya sabía las cualidades de cada uno de ellos, por lo que encerré a todos en un mismo capullo helado y miré al entrenador.

-He ganado – dije exhausta –. Fin de la partida.

Él me miró y sonrió.

-Bien hecho. Dominas perfectamente tus habilidades – me dijo –. Pero... ¿qué serías sin ellas? Tienes que entrenar físicamente y aprender a pelear. Libéralos.

Hice lo que Régis me había ordenado, en apenas un segundo, y los coloqué al igual que en el comienzo del entreno. Todos parecían muy confusos, por mucho que la mayoría de los muchachos intentasen disimularlo como podían.

-Sigamos con las presentaciones. Benjamin y Kiran – los dos niños pequeños fueron a su lado mientras yo me apartaba – tienen poder sobre la invisibilidad. Aiden – el segundo más mayor de los príncipes ocupó el sitio de sus dos hermanos menores – trae a la vida objetos inanimados y los manipula para que obedezcan sus órdenes. Y Edrik – el mayor se colocó donde antes habían estado sus otros hermanos – controla el sonido.

¡No fastidies! ¿En serio? No tenía ni idea, quise decir irónicamente. Aiden y Edrik no paraban de mirarme rabiosos, y durante el resto del entreno no cesaron de intentar superarme en todo, saliendo todo el tiempo victoriosos. En el cuerpo a cuerpo me tumbaron siempre que pudieron y, después, me miraron satisfechos. Aquel entreno fue horrible. A la salida, ambos chicos me dieron un golpe en cada hombro, arrollándome.

-¿Qué demonios os pasa? – Exclamé dirigiéndome a ellos – ¿Podéis dejar de comportaros así conmigo, o es que no os han enseñado a respetar a la gente?

Se giraron para tenerme en frente y abrieron mucho los ojos, ofendidos.

-¿Qué? ¿Nunca nadie os ha hablado así? – me tenían harta – Habéis estado superándome todo el rato. ¡Es mi primer entreno y ya intentáis que sea para mí imposible!

La Reina Perdida [SC #1]Kde žijí příběhy. Začni objevovat