Harry se paró y nosotras también lo hicimos, nos escondimos detrás de la pared de un edificio para evitar que él nos descubriera. Miré a Emily, sabía que no le hacía nada de gracia estar por aquí, ella era de familia de clase alta, solo había que mirarla para averiguarlo y seguramente nunca en su vida ha estado por aquí.

Asomé un poco la cabeza y no vi a Harry, ¿dónde cojones se ha metido? Salí a la calle, dejando a Emily ahí, solo fue un segundo, pero en ese segundo alguien me tapó los ojos y me llevó hacia algún lugar. Intenté pelear pero el hombre o chico, sé que era barón porque era corpulento, me mantenía fuertemente agarrada y no podía escapar. Pensé en gritar, pero eso no serviría de nada, noté un pañuelo en la nariz, no podía respirar y acabé respirando de él, me sumí en un profundo sueño.

Desperté y aún seguía con los ojos vendados, intenté mantener la calma pero cuando me percaté de que tenía las manos atadas a la espalda, perdí los nervios y me sacudí lo más fuerte que pude para intentar soltarme. No podía romper la cuerda que me apretaba las muñecas y con los zarandeos conseguí tirar la silla en la que estaba amarrada al suelo. Grité de dolor al golpearme la cabeza.

Escuché unos pasos acercarse y me quedé en silencio, intentando averiguar de quien se trataba.

-¿No te enseñaron cuando eras pequeña que no debes seguir a la gente? –Su voz, ¿qué mierda?  -

-Harry suéltame. –Dije enfadada.

-¿Para que te levantes y me pegues? No gracias, no quiero hacerte daño. -¿Perdona? Hacerme daño, ¿enserio?

-¿Y Emily? –Seguí, no quise hacer ningún añadido a su comentario anterior, simplemente porque ya estaban las cosas bastante tensas aquí para empeorarlas.

-¿Te refieres a tu amiga? No te preocupes, está bien, mis colegas la asustaron y se fue.

-¡Gilipollas a ella no le hagas nada! ¿Me entiendes? –Le grité, a mí podría hacerme cualquier mierda, quedaban pocas cosas en este mundo que pudieran afectarme, pero ella, por favor, ella no debería estar involucrada en cosas así, no pertenece a este mundo y no merece esto.

-Hey, hey, tranquila, me aseguré de que no le hicieran nada. –Noté como ponía la silla de pie de nuevo.

-Eres como todos los demás, fui una idiota en confiar en ti, aunque solo fuera por un momento.

-Oh no, Kath no te confundas, solo estás aquí porque me seguiste cuando no debías hacerlo. –Acarició mi mejilla y yo aparté la cara, ahora mismo sentía asco hacia él.

-¿Podrías dejarte de gilipolleces y quitarme la puta venda de los ojos? –Pregunté.

-Deja que me lo piense. –Noté como se alejaba, será cabrón.

-¡Harry! –Grité para que no me dejara aquí sola, esté donde esté.

-¿Decías algo? –Escuché de lejos. Sé que me iba a lamentar más tarde por las palabras que diría a continuación pero salieron solas de mi garganta.

-Quédate conmigo. –Pude notar como sonreía y eso hizo que la ira circulara por mi sangre. Se suponía que yo no tenía que necesitar a nadie, yo dependía sola y únicamente de mí. Tenía que hacer eso creíble.

Escuché sus botas chocar contra el suelo cada vez más cerca de mí, noté sus manos en mis mejillas y seguidamente, sus labios sobre los míos. Me quedé estática por un segundo pero después le seguí el beso, fue un beso lento pero me gustó, el problema es que todos sus besos me gustan y eso está mal.

-Repite eso. –Dijo separando sus labios durante un segundo para después volverlos a unir. No le contesté y seguí sumida en el beso.

-Bueno Harry veo que te lo estás pasando jodidamente bien comiéndole los morros a la chica esta pero tenemos que terminar eso para dentro de media hora. –Una voz nos cortó el momento completamente.

-Sí, lo siento, voy ya.

-No tardes, vamos pegados de tiempo. –Una puerta se cerró y supe que nos habíamos quedado solos otra vez.

-¿Qué mierda te traes entre manos maldito idiota? –Le dije.

-Una importante suma de dinero. Tengo que irme, por cierto, bonito pelo. –Escuché la puerta cerrarse y supe que me había quedado sola.

Mierda, me había dejado con la puta duda y ahora no pararía hasta averiguar que era esa importante suma de dinero y de qué se trataba. El tiempo pasaba lentamente y yo me moría del aburrimiento.

Sola, atada, con los ojos vendados, sentada en una incómoda silla en una habitación fría. ¿Cómo había pasado de estar en un bar tomando un cálido café en un cómodo sofá a esto? Ahora entiendo esa frase de la curiosidad mató al gato.

Si me hubiera quedado en mi casa viendo la tele nada de esta mierda habría pasado. En fin, no me quedaba otra que esperar a que alguien viniera y me sacara de aquí. Mi barriga empezó a hacer ruido.

-Mierda. –Dije entre dientes- ¡Eh! ¿!Hay alguien¡? ¡Tengo hambre! –Grité pero no obtuve respuesta. Resoplé y después de unos veinte minutos o por lo menos, eso me pareció a mí, la puerta se abrió y un delicioso olor a pasta inundó toda la sala. Mi barriga volvió a quejarse.

-¿Alguien quería comer? –Dijo Harry y se acercó con el plato.

-¿Vas a darme de comer tú? –Me reí.

-Claro, ¿quién si no? –Dijo y acercó una silla hacia mí.

-Como me manches te pegaré en cuanto me desate de aquí. –Le advertí.

-Sé que vas a pegarme en cuanto te desate, ahora come. –Dijo y me metió el tenedor lleno de macarrones en la boca. Me atraganté pero poco a poco me los tragué. 

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