—Cariño, Alexander ha llegado, primero entrará él con su madre y después nosotros al altar —espeto papá con una leve sonrisa.

Asentí y suspiré hondamente, agradecía que el idiota ese apareciera, todos entraron y era mi turno de entrar, estaba nerviosa, en realidad nunca pensé casarme en estas condiciones, tomé aire y salí del auto, mi vestido pesaba más que un cargo de conciencia, nadie me había visto gracias a Dios, estaba temblando y tenía mi respiración muy agitada.

Papá me acomodo el velo y los fotógrafos comenzaron a captar mi salida, los flashes me invadieron, papá me sostuvo de la mano pasándome mi ramo de rosas blancas, era hora de entrar, comenzamos a subir las escaleras y mis piernas temblaban como gelatina, cada paso era un tornado en mi pecho, tomé aire y entramos, la marcha nupcial comenzó a sonar y todas las miradas se posaron en mí y yo solo quería salir corriendo tras aquella tontería que estaba por cometer, Alexander posó su mirada sobre mí y quedó estático, el muy idiota no emitía nada, al llegar al altar sonreí forzadamente.

—Alexander, te entrego a mi mayor tesoro, espero que cuides de mi hija y donde la lastimes no tendrás oportunidad para contarlo —comentó papá sonriendo.

—Tranquilo, Sr. Williams, Kaylee será feliz conmigo, de eso puede estar seguro —respondió Alexander sonriendo.

Sus palabras sonaban más falsas que un billete de 15 dólares, sonreí incómoda y el padre comenzó hablar delante de todos.

—Queridos hermanos, estamos aquí reunidos para celebrar la unión en santo matrimonio de Kaylee y Alexander —comentó el sacerdote; —¿están ustedes aquí por voluntad propia para contraer matrimonio? —continuó mirándonos.

—Sí, padre —respondimos Alexander y yo al unísono.

—Siendo así, proseguimos con la boda —asistió el sacerdote.

Después de terminar con su discurso, bastante largo, ya era la hora de los anillos y los votos matrimoniales, por lo que los nervios se alborotaron más en mi sistema.

—Querida Kaylee, repite conmigo —comentó el padre.

—Yo, Kaylee, te acepto a ti Alexander, como mi esposo, para amarte, respetarte y serte fiel en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte nos separe —respondí sonriendo mientras ponía el anillo en el dedo anular de Alexander.

—Yo, Alexander, te acepto a ti Kaylee, como mi esposa, para amarte, respetarte y serte fiel en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte nos separe —me miro Alexander un poco serio.

El idiota se quedó pensativo, miró hacia atrás y voltio a verme, suspiró hondamente y me puso el anillo en el dedo anular.

—Siendo así, ¿hay alguien quien se oponga o sepa algún impedimento para que no se haga esta unión? —cuestionó el sacerdote y voltee a ver hacia atrás.

Nadie se opuso, nadie dio un impedimento, vi a lo lejos una mujer vestida de negro, supe de inmediato que era Alessa, la miré incómoda y respiré hondamente antes de que el padre siguiera con la ceremonia.

—Siendo así, los declaro marido y mujer, Alexander, puedes besar a la novia —respondió el sacerdote.

Alexander tomó mi velo y lo subió dejando ver mi rostro a la vista de todos, me miró por unos segundos y depositó un beso en mis labios que, aunque al principio fue bastante incómodo, se tornó cálido y suave, tras separarnos por falta de aire todos comenzaron a aplaudir.

—Con ustedes, Kaylee y Alexander Harrison, señores —comentó el sacerdote, todos comenzaron a aplaudir.

Salimos de la iglesia y en realidad aún no podía asimilar que estaba casada con el idiota de Alexander, mi corazón se aceleró más de lo que estaba por los nervios, pensaba en que me iba a dar un ataque de pánico o cardíaco.

SIEMPRE TUYA ©Место, где живут истории. Откройте их для себя