Treinta y uno

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Los lloriqueos era la melodía más hermosa para Rose, quien sostenía una hermosa bebé en sus brazos débiles. La omega sonreía complacida y la arrullaba con delicadeza hacia los lados, dejando que los omega se deleitaran con la vista.

Liam permanecía a su lado, frotando su estómago aún plano. Sus mejillas tenían un ligero rubor de solo imaginar en unos meses tener a su bebé en brazos. Deseaba tenerlo ya, desde que tuvo su primer celo a los dieciocho, su omega le metió en la cabeza tener cachorros.

Y ahora que al fin lo tendría, sentía las ansias de que los meses pasaran y que entre sus brazos descansara un pequeño cachorro, al que orgullosamente llamaría hijo.

Pero por ahora sólo podía disfrutar de los meses y de un lobo protector que le hiciera mimos todo el tiempo, porque si Zayn era todo meloso ahora que se habían emparejado, el castaño estaba seguro de ahora que sabe lo del cachorro, sería el triple de meloso y el quintuple de posesivo. Y eso en cierto modo le encantaba a su omega.

Liam salió de su sueño despierto cuando Rose le miro, tenía ojeras grandes y su cabello negro rizado estaba húmedo por el sudor.

—Ella es hermosa—el cansancio se notaba en su voz, pero mantenia la chispa de felicidad, su aroma de fresas le delataba.—Tiene los ojos de su padre—Susurro nostálgicamente

—Lo es, igual que su madre.—Liam le acaricio el hombro, dándole su seguridad al cumplido y tratando de consolar a la pobre Omega.

Rose limpió las traicioneras lágrimas con el hombro y beso la cabeza de su bebé. El resto de omega se apuro en darle las atenciones necesarias a la madre.

Liam se despidió de la mujer por unos minutos y salió de la habitación, sin quitar la mano de su estómago. Buscó a Zayn por un buen rato en la casa, comenzó a percibir un mal gusto en su boca cuando se dio cuenta que ningún hombre alfa se encontraba. Los tres betas cuidaban la puerta principal y Liam supo que su lobo se había ido, deseaba que no fuera lo que estuviera pensando.

No era buen momento para que el moreno afrontara a Jack.

Su manada no era nada a comparación de la del alfa, cualquier cosa podría pasarle y ya esta lo suficiente asustado que temió que algo le pasará a su bebé.

Por ahora rogaría a todos los dioses existentes porque le regresen a Zayn sano y salvo, prometiendo que si se lo devolvían con bien, le daría una patada en el trasero que no olvidaría nunca por dejarlos a su cachorro y a él solos, sin darle aviso previo y en especial por dejar a su hijo sin protección.

Liam dirigió su vista hacia el sonido provocado por un puerta, él médico salió del cuarto de baño del primer pisó, retiraba su corbata y cargaba el maletín en mano. Sonrió al ver al omega castaño.

—Gracias por ayudar a Rose— Liam le habló, devolviéndole la sonrisa.

—Mi don es ayudar los nuestros— le contesto dejando el maletín en el suelo.—Ella hizo un buen trabajó, concibió una niña fuerte, linda y sana.

Liam asintió en acuerdo.

—¿Qué pasa? Estas preocupado— preguntó y más que nada afirmo. El aroma del omega lo delataba.

—Zayn fue a donde Jack, sin decirme nada—un suspiro lastimero abandono los labios del menor.

—No debes asustarte Liam, todavía eres un cachorro... Que básicamente esta esperando otro cachorro— El hombre negó con la cabeza. —Aún estas débil, necesitas estar tranquilo si no quieres que sea un embarazo riesgoso.

—¿Embarazo riesgoso?—el castaño tragó saliva con pesadez, el nudo en su estómago se formó tan rápido que dolió en el tirón.

—Come, duerme y relájate, disfruta a tu primer cachorro. Yo se que todo esto fue tan rápido y no es buen momento, pero Zayn hará que te olvides de los amargos disgustos— El médico le palmeó la cabeza, sonriéndole ahora con fuerza.

Zona de guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora