Noviembre del 2011

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—¿Entonces es todo? —preguntó Santiago. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, y sus manos aferraban con fuerza las de Abril.

El corazón de ambos dolía. Aquella despedida estaba siendo mucho más difícil de lo que cualquiera de ellos había sospechado. Se trataba de un adiós con un poco probable reencuentro: no sabían si volverían a verse, si el destino los cruzaría una vez más, o si por el contrario, sus caminos tendrían senderos diferentes.

Unas pequeñísimas gotas rodaron por las mejillas de la muchacha, mismas que él se afanó en secar.

—No llores, Pequitas —pidió—. Me partes el corazón.

Ella sonrió con tristeza.

—¿Y cómo no hacerlo? —inquirió apenas con un encogimiento de hombros.

Él no tuvo una respuesta. Por dentro, se sentía tan devastado como ella lucía. Poner distancia dolía más de lo que había esperado. Aquello calaba hondo dentro de él. Sólo había sido capaz de acompañarla hasta el aeropuerto porque implicaba estar un ratico más con ella, unas pocas horas más.

Pero el tiempo se estaba agotando. El padre de la pelirroja se encontraba ya camino al avión, y les había concedido un par de minutos a solas. A Roger le dolía ver a su hija de aquel modo, pero no sentía que tuviese una mejor alternativa. Además, lo habían hablado, y ella le juró que comprendía las razones que lo movían.

La muchacha se inclinó hacia él, y su mediar palabras, se aferraron en un abrazo.

Las nuevas lágrimas no se hicieron esperar. A duras penas podían contener los sollozos.

No entendían, ni siquiera llegaban a imaginar, cómo podrían soportar la despedida; permanecer alejados del otro. Se habñian prometido cartas, correos, cesiones de Skype, fotos y demás, pero no se engañaban: eso jamás sería suficiente. Y muy en el fondo, sabían que en algún momento eso sólo lo haría todo más doloroso.

—Te amo —dijo Abril—. Eso jamás cambiará.

—¿Ni si encuentras a alguien mejor que yo?

Ella rio.

—Nadie va a reemplazarte, Santiago.

Él esbozó una sonrisa, y tras acomodarle un mechó de cabello, le dijo:

—Te amo, Pequitas. Eso tampoco cambiará.

Y fue todo.

Hicieron el último llamado para abordar el avión, y entonces se dieron el que creyeron que sería su último beso.

Se dijeron "hasta luego" en medio de la lucha contra el llanto sin saber que la vida tardaría, sí, pero los uniría una vez más. Tal vez por eso, por la ignorancia, permitieron que otros entraran a sus vidas.

Pero cuando tu corazón le pertenece a una persona, poco o nada podrá hacer que entre alguien más.

*

¿Les gustó?♥ Recuerden que el sábado publicaré el último capítulo (que está quedando bastante tierno, según lo veo) y el próximo viernes el epílogo :3

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De tu mano ©Where stories live. Discover now