Capítulo 22 | Fue entre besos

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La casa de Adrien era enorme, mucho más que la de Abril y la de Santiago, no en vano su padre ganaba tan bien. Aunque el vecindario de los muchachos era muy bueno, y era reconocido, no se comparaba con el del chico. La vivienda se prestaba para hacer la fiesta que él había planeado para su amiga... aunque ella comenzaba a creer que esa última parte era solo una excusa para que la mayoría de las personas que lo conocían simplemente supieran de su relación con Roberto y no le preguntaran nada al respecto.

Desde su regreso a Colombia, y exceptuando a Santi y Adrien, Abril apenas había hablado con los que fueron sus amigos en el pasado: unos se fueron a estudiar a otro lado, otros se habían cambiado de vecindario, y algunos simplemente la habían saludado cordialmente, sin ánimos de reiniciar una relación. Aquel día hubo muchas caras conocidas que se acercaban, la felicitaban, y seguían su camino.

El toqueteo de los dedos de Adrien sobre la pared llamó la atención de la pelirroja. Resultó obvio que el chico estaba impaciente. La muchacha puso le colocó la mano sobre el hombro.

—Va a venir. No te fallará. Él más que nadie quiere gritar que se quieren.

—¿Tú crees?

La chica negó, y esbozó una pequeña sonrisa.

—No, estoy segura.

Él se pasó la mano por la mandíbula, otro gesto de impaciencia muy propio suyo.

—Eso espero. De verdad que sí, Febrero.

Verlo de aquel modo la hizo enternecer. Su amigo siempre había sido muy silencioso con respecto a sus sentimientos. No le gustaba hablar sobre lo que sentía, y era difícil sacarle las palabras, pero Abril ya entendía sus razones. En el pasado, ella trataba de sacarle a la fuerza el nombre de la chica que le gustaba, y aquello simplemente jamás iba a suceder. Nunca había conocido la faceta de enamorado-nervioso de su amigo, y se alegraba de hacerlo en ese momento.

—Vamos a bailar —le dijo, y él la miró con sorpresa.

—¡Vamos, Adrien! Tienes que distraerte con alguien mientras llega Roberto, ¿no te parece?

Él la miró con duda por un momento, pero al final cedió, y caminaron juntos hacia la improvisada —pero muy grande— pista de baile en el jardín.

Y aunque no lo dijera, la verdad era que ella también se encontraba impaciente: no tenía la menor idea de dónde podría hallarse Santiago. Lo había visto durante su presentación, e incluso lo vio cuando acabó. La había felicitado y había exaltado lo hermosa que se veía arriba; quedaron de verse en casa de Adrien, pero no aparecía. Abril no pudo evitar preguntarse si había surgido algo más importante..., y qué seria eso. No le agradó las vueltas que empezó a dar su imaginación con las posibilidades, y fue entonces cuando tuvo que recordarse que si incluso ese fuera el caso, ella no tenía por qué sentir celos o ganas de reclamarle algo; ella misma había renunciado a ese derecho.

Y comenzaba a arrepentirse. Sólo una gotica de orgullo le impedía hacerlo. Tenía que recordarse una y otra vez sus razones para haber tomado aquella decisión.

La canción que sonaba culminó, dando inicio a Cake by the ocean. Los dos se miraron con una sonrisa, y de inmediato comenzaron a bailarla: habían pasado el último mes cantándola una y otra y otra vez: simplemente los tenía fascinado. Bailar con él era divertido, y le recordaba mucho a su adolescencia.

Continuaron bailando esa, y las dos canciones siguientes, y no fue hasta que el teléfono de Adrien vibró, que pararon. El muchacho tomó su celular del bolsillo y sonrió en cuanto vio quién marcaba.

—Está aquí —le informó a su amiga, y caminó en dirección a la entrada.

Con una sonrisa, Abril lo miró desaparecer, y se giró hacia donde se encontraban las bebidas: no quería quedarse como un moco en medio de la pista.

De tu mano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora