Capítulo veintiséis

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—¿Lo hiciste? —preguntó ella.

—¿El qué?

—Disfrutar.

—¿Qué cosa?

—El sexo, niño. El sexo —aclaró.

—No responderé eso.

—¡Entonces no lo disfrutaste! —exclamó él.

—No dije eso, yo... Oigan, ¿quieren cambiar de tema? No es algo de lo que yo hable así, de esta manera.

—Bien, bien —John respiró hondo—. ¿Sabes lo que me dijo Gwen cuando le acaricié la pierna en aquel sofá? Dijo que me...

—¡Cierra la boca, por el amor a Dios! —interrumpió ella.

Reí y me giré para mirar el ambiente una vez más, encontrando a Helene a la distancia. Ella me miró también y me sonrió de una manera diferente.


A partir de ese entonces, cada vez que cruzábamos miradas en el trabajo, me sonreía. Nadie parecía notarlo, pero para mí el asunto se empezó a hacer cada vez más evidente. Creí que ella me llamaría un día a su casa o a otra fiesta para repetir lo sucedido, pero no fue así. Cuando ella dijo "ocasional", de verdad que lo era.

Por ejemplo, un día, trabajando en el restirador de mi oficina, escuché la puerta abrirse y cerrarse con llave. Giré mi cabeza y antes de enterarme, tenía a Helene tirando de mi camisa hasta el sofá de mi lugar de trabajo, diciendo que solo tenía 5 minutos antes de una reunión.

Otro día, coincidimos los dos solos en el elevador. Otro, fue en la sala de conferencias. También llegó a mi apartamento un par de veces.

Un día incluso, me mandó a llamar, alegando una reunión urgente. Dejé mi trabajo a medias y corrí para evitar llegar tarde, pero cuando llegué, me atacó a besos sobre su escritorio.

—Eres fantástico —cayó sobre mi pecho.

Algo en mí no calzaba. Estaba siendo justo igual que mi hermano Nathan, teniendo sexo siempre en cualquier parte. El sexo no me molestaba, me incomodaba el hecho de tener a una chica solo para eso.
Yo pensaba diferente, ese tampoco era yo.

—¿Te gustaría ir a cenar conmigo?


Ella alzó la cabeza y me miró confundida.

—¿Qué dijiste?

—Que si quieres ir a cenar conmigo.

—Define "cenar" —reí levemente.

—Un restaurante, con dos sillas, una mesa para dos personas, con comida genial... Tú y yo, charlando sobre la vida —contesté.

—Oh Chad, disculpa, pero te equivocaste.

Fruncí el ceño, sin comprenderla.


—No quiero eso. Estamos bien así, ¿no crees? —sonrió— Ambos somos solteros, jóvenes, profesionales y, al menos tú, eres bastante guapo —tomó mi rostro entre sus manos—. No me mal interpretes, la paso muy bien contigo y de verdad siento que esto entre nosotros va bien. Muy —recalcó— bien. Pero no busco algo serio. No quería ilusionarte ni nada por el estilo, así que si piensas en mí de esa manera, lo mejor será que paremos aquí.

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