Capítulo seis

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Desperté cuando mi teléfono empezó a sonar. Me había quedado dormido mientras pensaba... Por alguna razón, estaba bastante cansado físicamente y, ese cansancio, me había ganado la batalla.

Me pasé las manos por el rostro y fui a buscar mi celular por los sofás. Al encontrarlo, vi el nombre de mi mejor amigo en la pantalla.

—¿Qué? —pregunté aún con sueño.

¿Estabas dormido? —bromeó.

—¿Para qué me llamas a esta hora?

¿Cómo está Lorianne? —fruncí el ceño.

—Ella no está aquí —dije girando sobre mi lugar para asegurarme de lo que decía.

Espera, ¿qué? —parecía sorprendido— Ella me dijo que se iría directamente para allá...

—¿La enviaste sola?

Pues... sí. Me dijo que se sabía el camino de regreso para allá.

—¿Y por qué no la viniste a dejar?

La responsabilidad de Thomas siempre brillaba por su ausencia.

Estaba en otras cosas... privadas.

—¿Y ya terminaste?

Sí, por eso te llamé.

—¡Entonces sal a buscarla! —exclamé.

¿Y tú que harás? ¿Te quedarás sentado? —preguntó con molestia.

—Pues no, ya mismo me voy a buscarla —dije poniéndome un abrigo.


Tomé mis llaves y mi billetera, para dirigirme a la puerta, la abrí y me detuve de golpe, al encontrarla sentada al inicio de la escalera que se dirigía al piso inferior.

—Descuida —le dije a Thomas por el teléfono aún—, ya la encontré. Hablamos luego.

Corté la llamada y me acerqué sigilosamente a ella. Me senté a su lado y ni siquiera se inmutó, su mirada estaba perdida en algún punto que yo no lograba adivinar.

—¿Qué haces aquí? —le pregunté con suavidad.

Ella negó muy levemente con la cabeza, alzando sus hombros sin ganas.

—¿Pasó algo?

—Solo estoy... pensando.

No arrastraba las palabras y su expresión denotaba que no tenía muchas ganas de hablar. Parecía no haber bebido tanto como yo pensaba.

—¿Y hace cuánto llegaste?

—Hace una... o dos... o cuatro horas, no tengo ni idea.

Miré hacia donde ella miraba, pero no encontré nada extraordinario.

—¿Qué tanto miras? —giró su cabeza hacia mí y, por alguna razón, sentí que mi pregunta no había sido correcta.

—Nada.

—¿Vamos dentro? —ofrecí poniéndome de pie y extendiendo una mano hacia ella.

—Quiero quedarme un rato aquí afuera.

—¿Qué tienes? —pregunté.

Bienvenida Otra VezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora