Capítulo veintitrés

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Fui a mi apartamento y abrí la puerta, encontrando solo mi soledad y desorden. Fui directamente a mi habitación y me acosté en mi cama. Mirando el techo, tratando de pensar en cualquier otra cosa que no fuera ella. Misión imposible.
      
 

El día siguiente, volví a trabajar. Seguía con mi diseño y trataba de imaginarlo, pero no tenía nada. Nada me servía.

—Hola —canturreó alguien en la puerta.

Volteé y encontré a Gwen, una de mis compañeras de trabajo.

—Algunos vamos a ir a almorzar a un restaurante aquí cerca —comentó—, ¿quieres venir?

—No lo sé, yo debería seguir con esto porque ya estoy muy atrasado con el diseño y creo que si me quedo un rato más haciendo...

—Tienes que relajarte y llevarlo con calma —ella rodó sus ojos—. Eres un arquitecto, sabes lo que haces y sabes que estas cosas llevan su tiempo y en el "tiempo" caben los descansos para almorzar. Así que vamos.

—Bien.

Me levanté y salí de mi oficina con Gwen, cerrando la puerta detrás de mí.

Ella iba comentándome cómo era el restaurante y aclarando que no se ubicaba muy lejos del edificio. Cuando llegamos con los demás que irían a almorzar, la sonrisa de Gwen se borró, al ver quién también nos acompañaría.

—¡Chad! —exclamó John— No sabía que también vendrías.

—Yo no sabía que tú vendrías —dijo la chica a mi lado, un tanto molesta.

—Pues ya ves que sí —ella rodó sus ojos y caminó al frente del grupo, con otra compañera—. La tengo en la palma de mi mano —me guiñó un ojo mientras empezamos a salir del edificio.

Caminamos todos juntos, mientras un chico llamado Rick, llevaba el tema de conversación, algo sobre unos materiales defectuosos. Pero claro, yo no los conocía porque no había construido mi primer proyecto. Ni siquiera lo había iniciado.

—¿Estás bien? —me preguntó Gwen, separándose del grupo para hablarme. Yo asentí— No me mientas.

—No te miento, estoy bien —insistí—. Simplemente estoy algo estresado por el asunto de mi proyecto. Ayer tuve un día... malo en verdad.

—Eso no es estar bien, entonces. Necesitas descansar y dejar de pensar tanto. Sé que no has estado bien desde hace varios días ya, te he visto —confesó—. Así que quiero que sepas que pase lo que pase, aquí tienes una amiga para confiar —me sonrió y le devolví la expresión. Lo único que logré fue una débil sonrisa, pero sabía que le bastaba.

—Gracias.

Llegamos al restaurante y buscamos una mesa para todos. Tomé asiento en una silla con la peor ubicación de todas: entre John y Gwen. Ambos me agradaban por igual, pero habían veces en las que parecían dos luchadores de la WWE, lanzándose y gritándose cosas. No estaba de humor para detenerlos.
Traté de cambiar de puesto sutilmente, pero no lo logré, no habían más espacios. Tuve que conformarme con el lugar y prepararme mentalmente para pasar todo un almuerzo entre ambos.

Un mesero tomó nuestras órdenes y después, una de las chicas contaba cómo un ingeniero rubio del tercer piso se le insinuó mientras evaluaban un edificio que ella había diseñado. Todos reían, pero yo no le encontraba la gracia.

Al parecer, tenía que ver con algo que había sucedido antes, pero yo no estaba enterado.

—¡Otra vez él no! —exclamó otra, mientras reía.

Bienvenida Otra VezWhere stories live. Discover now