Capítulo uno

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Independencia. Trece letras y un gran significado para mí: ¡al fin era libre!

Al fin podía decir que había cumplido uno de mis sueños. Ser total y completamente independiente. Bueno, al menos un 97%, ya que el otro 3% correspondía a mamá y a papá, obligándome a recibir una "ayuda económica" de su parte mensualmente.


Miré mi sala de estar, llena de cajas y ya los muebles en su lugar. El lugar era simplemente perfecto para mí, ni muy grande ni muy pequeño. Me asomé por la ventana y miré hacia abajo, seis pisos abajo de mí y la vista era fantástica en cada uno de ellos.

—Chad, deja de imaginar que vuelas —me volteé— y ayúdame con estas cajas.


Sonreí y me acerqué a él, para tomar las cajas que traía en sus brazos.

—¿Qué traes en esas cajas? —se quejó Nathan, mi hermano gemelo, tocándose la espalda— ¿Rocas?

Reí por lo exagerado que era.

—Si puedes leer al costado, dice "libros" —dije burlón y él rodó los ojos.

—Ya, yafingió un puchero y yo reí.

—¿Quedan cajas abajo?

—No, ellos traen las últimas.

—Bien.

  
Segundos después, ellos subieron. Mamá, papá y Kendall. Los tres traían más cajas en mano.

Pusieron las cajas en el suelo e inmediatamente me miraron, esperando alguna palabra de mi parte.

—¿Dirás algo lindo? —bromeó Kendall.

—Aquí el que dice las cosas lindas eres tú —miró a Kendall—, no lo presiones —dijo Nathan y yo reí.

—Di algo ya —pidió Kendall—, tengo que irme.

—Bien... Supongo que gracias por ayudarme a cumplir mi sueño de tener mi propio apartamento y... Eso es todo, supongo. Los quiero mucho.

    
Todos me miraban, sin decir nada.

—Este es el momento en el que se acercan y nos damos un abrazo familiar.

Y eso hicieron, se acercaron y nos dimos un abrazo entre todos.

—Bien, ya que todo está dicho —inició Kendall—, tengo que irme ya.

—¿Por?

—Kendall tiene un recital y quiere que esté ahí con ella, para después ir a almorzar juntos —explicó —. Y creo que ya voy tarde.

Kendall, mi hermano menor, tenía una novia llamada Kendall. Algo confuso, pero ya después de varias semanas te acostumbras a diferenciarlos a ambos.

—Ve —dijo mamá— y salúdala de mi parte.

—Bien, adiós —dicho esto, se marchó.

  
—Creo que empezaré a desempacar —anuncié.

—¿Quieres ayuda? —preguntó mamá.

Bienvenida Otra VezWhere stories live. Discover now