veintiuno;

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Corrió escaleras abajo y suspiró de alivió al ver a su objetivo. Sin importarle nada, tomó la muñeca de la chica e, ignorando sus quejas, salió corriendo de ahí. Subieron al inconfundible coche azul de la castaña y se quedaron ahí por varios segundos, en silencio.

—¿Qué estás haciendo, Jimin?—seguía ebria, claro, pero estaba segura de no estar alucinando.

—Dame tus llaves.—pequeñas gotas de sudor seguían cayendo por su frente, se sentía culpable.

Yoongi tenía razón.

La había hecho sufrir demasiado.

—No.

El tono duro que Haru había usado lo hizo tensarse.

Estaba enojada.

Por no agregar que definitivamente había tomado.

Esa combinación nunca era buena. La hacía decir sin vergüenza la forma en la que se sentía.

—Por favor, Haru.

—¿Ahora soy Haru? ¿No soy basura asquerosa? ¿O Niña inocente y estúpida? ¡Ni siquiera sabía que recordabas mi nombre! ¡Debería de sentirme honrada!

Jimin metió su mano en el bolsillo delantero del lado izquierdo de los jeans de la chica. Ella siempre guardaba las llaves de su coche ahí.

—¡Y-Yah! ¡No me toques!

Bingo.

Sin expresión alguna en el rostro, puso seguro a la puerta de la chica y encendió el coche. Manejando hacia el único lugar en el que sabía que nadie podría interrumpir.

—Tengo que hablar contigo.

—No me importa.

Lanzó una mirada frustrada a la chica y aceleró.

Definitivamente debía hablar con ella.





—BÁJAME EN ESTE MISMO INSTANTE, ESTÚPIDO.

Jimin abrió la puerta con cuidado de no tirar a la castaña de su hombro y, haciendo caso omiso a los gritos,  entró al departamento.

Su compañero de vivienda estaba en la fiesta y de seguro llegaría bastante tarde.

Lentamente, posicionó a la chica en el suelo, sosteniéndola para que no cayera al suelo y terminará con un ojo morado. Se le había bajado bastante el efecto de la cerveza, así que estaba casi en sus cinco sentidos. Lo suficiente como para mantener una conversación seria e importante:—Por un carajo, tranquilízate.—cerró la puerta con seguro y volteó en dirección a la castaña.

Tenía el rostro rojo de la furia, por no agregar sus brazos cruzados y su mirada asesina.

Los hoyos de su nariz se expandían y cerraban de lo frustrada que se encontraba.

Haru se encontraba totalmente enojada, ¿quién se creía ese idiota para sacarla a rastras de la fiesta? ¿Por qué carajos pensaba que ella iba a aceptar ir con él?

Su dosis de estupidez por Park Jimin se había acabado. Había sido paciente y tolerante, pero no más. Estaba harta de las actitudes bipolares y confusas del rubio.

Le dolía, si, pero era momento de pasar la página y vivir su vida sin preocuparse por como el chico se hundía en la cúspide de la cadena alimenticia escolar.

—No, Jimin, basta. No quiero esto. No lo merezco, maldición.—espetó con desesperación. El alcohol en su organismo duplicaba la intensidad de sus sentimientos.—¿¡Qué te he hecho!?

Hey, Jimin// pjmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora