Capítulo 25

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A pesar de que el castaño corrió rápido para alcanzar a Enif no lo consiguió y dando un vistazo a fuera la vio a punto de cruzar la calle. Salió corriendo y logró sujetar su muñeca antes de que diera un paso. La pequeña ojiazul dio un respingo por el susto pero luego enfocó bien a la persona y su corazón volvió a latir normal.

—Enif —habló despacio recuperando el aliento.

—Si es para que Jackson me lleve no te preocupes Clarisa…

—No quiero que te vayas —la interrumpió.

La ojiazul lo vio a los ojos, ¿Por qué tenía que ser tan complicado? Ian era una persona muy bipolar y siempre confundía a la frágil mente de Enif pero sabiendo como era su carácter lo escucharía sin importar qué.

— ¿Me vas a contar que pasa? —cuestionó.

Ian volvió a pensarlo pero esta vez ya no tardó tanto y respondió.

—Sí pero aquí no, dame un minuto para avisarle a mi madre que regresaré en un rato —la joven asintió y tomados de la mano volvieron al blanco establecimiento y se despidieron por un momento de Cecilia quien se sentía tranquila al ver que la joven de ojos azules seguía allí.

Rumbo a la antigua casa de Ian nadie dijo nada, sólo la música y el ruido de los pocos autos que circulaban junto a ellos. Llegaron, bajaron del auto y con cada paso que daban el castaño sentía que el corazón se le saldría del pecho.

— ¿Tienes hambre? —le preguntó el chico.

—No, pero si quieres te puedo preparar algo —sugirió la ojiazul.

—No así está bien, ¿te apetece una taza de café? —dijo Ian.

—Claro, como gustes —se dirigieron a la cocina y luego de unos minutos con las tazas en mano se encaminaron a la habitación del castaño.

Dejó que Enif se siente sobre la cama y él tomó asiento en una silla frente a ella.

Enif lo escuchó suspirar dar un buen sorbo de su café, dejar la taza en la mesita de noche y finalmente hablar.

—William es mi padre —soltó sin más. —Nos abandonó cuando era unos años menor para irse con su otra familia, había engañado a mi madre durante cinco años y ya tenían a una niña. Mi madre trató de detenerlo prometiendo que aceptaría el engaño y dejaría que cuide de su hija. —el castaño se detuvo al recordar la ira que sentía al ver a su madre humillarse frente a un poco hombre como consideraba a su padre.
—William estaba tan decidido a irse que le gritó a mi madre que no la amaba, que nunca lo hizo pero que se casó con ella porque el peor error de su vida venía en camino; yo. —el rostro de la ojiazul iba entristeciendo con cada palabra y su corazón se hacía muy pequeño al escucharlo tan dolido. —Él se fue y nos quedamos solos, mi madre desmejoró mucho en su salud, ya no se sentía bien consigo misma y aunque conmigo aparentaba ser fuerte y sonreír cada noche la escuchaba llorar, sabía que se reprochaba por lo que pasó, ya no era feliz. En la secundaria mi conducta era la de un pandillero, estaba tan enojado con el mundo que me mentía en problemas a diario, el consumo de alcohol no era cosa nueva en mí pero había ocasiones en las que pasaba días enteros ahogado en alcohol o bajo los efectos de alguna droga. Jackson siempre estuvo a mi lado, él era quien me salvaba de los callejones en los que terminaba, de las peleas con malandros de verdad y muchas veces de mi mismo —se calló, primero porque las heridas aún no sanaban y segundo porque en cualquier momento la poca calma que tenía desaparecería y se echaría a llorar como un pequeño niño.

Enif no dijo nada por un momento, estaba buscando las palabras correctas, palabras que no lo lastimen más, palabras que le hagan sentir cuanto lo amaba, que le muestren que no se quedó solo.

Un golpe de adrenalinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora