Capítulo 33. No estoy solo

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David

Han pasado cuatro días desde que hice el examen, y para que mentir, el examen me salió fatal. Cuando he mirado la nota esperaba que al menos estuviese aprobado con un cinco raspado, no he pedido mucho más, pero por suerte he conseguido sacar algo más que eso. No tan solo he sacado un cinco pelado, es un cinco setenta y cinco lo que he conseguido. Parece ser que soy un despistado con suerte.

Tener a Alex como profesora particular el día antes del examen durante un par de horas me ha ayudado bastante. Temí por mi vida cuando justo al entrar en la habitación vio desde la distancia la libretita que me regaló, yéndose directamente hacia ella. La sostuvo entre sus manos, y en ese momento el corazón se me pausó. Si la abría y leía sus primeras páginas ella me odiaría.

—¿Has escrito algo? —preguntó vacilando con la libreta en mano.

Sí, pero será mejor que la sueltes. Recuerda, hemos venido a estudiar —le indiqué asustado pareciendo convincente.

No me llevó la contraria y me quedé mucho más tranquilo cuando no puso impedimentos al intentar quitársela de las manos. Pero eso o fue todo durante toda la tarde, tenerla tumbada en mi cama era toda una distracción y una tentación. No sé cuántas veces tuvo que llamarme la atención a lo largo de la tarde para que la escuchase. Me daba pellizcos, me daba leves golpes en la nuca e incluso me llevé algún que otro codazo traicionero a la altura de las costillas como regalo. Para mí era imposible eso de concentrarme, y aún más así, teniéndola tumbada en mi cama. Sus labios llamaban mi atención más que cualquier otra cosa en el mundo, y yo incluso me daba cuenta de lo distraído que estaba. Me moría de ganas por besarla, pero no lo hice. Fue entonces cuando en esos momentos me di cuenta de que si seguía observándola de esa manera un par de minutos más cometería alguna locura. Observé la hora en mi teléfono móvil para distraer mi atención. Llevábamos como dos horas, sin exagerar, frente a los libros sin descanso alguno. Mi vista ya no podía seguir observando letras y números, todos ellos parecía unirse, y eso fue la excusa perfecta para proponer un momento de relax.

—¿Nos tomamos un descanso y merendamos? —pregunté levantándome de la cama de un salto.

—Vale —contestó ella encantada.

Recuerdo que salí de la habitación, llegué a la cocina, preparé un par de cafés, un par de aperitivos y cuando volví a la habitación Alex se encontraba profundamente dormida. Sus ojos cerrados me lo indicaban. Su respiración era pausada. Su pecho subía y bajaba con tranquilidad, y dormía posicionada de forma lateral con un brazo debajo de la almohada y con el otro a su lado mirando hacia el lado de la cama en el que yo debería de estar situado. Rápidamente solté todo lo que había preparado. Mi instinto me decía que tenía que cuidar de ella, así que lo primero que hice fue destapar la cama con cuidado de no despertarla. No sé cómo conseguí sacarlas incluso de debajo de su cuerpo, pero lo conseguí mientras ella se revolvía y soltaba gruñidos perezosos y graciosos. Tuve el privilegio de tumbarme a su lado y de observarla dormir, hasta que mis ojos se cerraron e hice lo mismo que ella. Al día siguiente cuando desperté ya se había marchado. Creí que todo lo que había vivido había sido un sueño, pero cuando recibí un mensaje de ella deseándome suerte para el examen sonreí como un tonto del culo, al igual que lo estoy haciendo ahora mismo al recordarlo.

—Joder, ¿de qué te ríes ahora? —una voz ronca exclama a mi lado.

Esta vez no se trata ni de Yoel ni de Ricky, sino de Hugo. Metro ochenta, trabajado de gimnasio, jugador de fútbol, moreno y con unos ojazos verdes a los que las chicas no se pueden resistir. Entrarle a Hugo mientras seas chica es una noche segura. Él es uno de los primeros tíos que conocí, también es uno de los tíos con la mente más sucia que conozco, y por último he de decir que era con quién solía compartir opiniones sobre lo buenas que estaban las chicas que pasaban por nuestro lado. Lo típico del primer año en la universidad: hormonas revolucionadas, chavales recién llegados, primeras fiestas, alcohol, chicas... Ahora eso ya pertenece a mi pasado.

Una rosa para Alex.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora