8. Una sorpresa inesperada

149 19 4
                                    

Como el viaje duraba nada más que cuatro horas, decidimos comprar los boletos que partían del aeropuerto de Sacramento, California hacia Oklahoma city a las ocho de la mañana. Aberforth se ofreció a llevarnos al aeropuerto en su preciado Jeep Grand Cherokee y, una vez que arribamos, nos ayudó a bajar las maletas.

- Bueno, creo que esto es todo – me dijo Ab algo agitado por el esfuerzo. – Acuérdate de llamarme ni bien lleguen, y por favor...

- Reporta si ves algo extraño – terminé la oración, riendo. – Lo sé, no te preocupes – me acerqué a abrazarlo con mi brazo libre ya que el otro estaba ocupado sosteniendo la maleta. – Nos vemos a la vuelta, teniente Aberforth – me sonrió. Todos hicieron lo mismo: lo abrazaron para darle las gracias.

- Muy bien. Creo que esto es todo. Por ahora. Nos vemos, muchachos – lo saludamos con la mano hasta que lo vimos partir hacia su coche.

Vestía un elegante traje negro con finas líneas azules. El viento hacía que su cabello largo y plateado ondulara en el aire quitándole toda formalidad a su intento por serlo. Reí por lo bajo.

- Muy bien, en marcha – dijo Sam. Miró su reloj. Eran las 7:45. Aún faltaban unos minutos para abordar.

Y todos salimos a tomar nuestro vuelo. O, por lo menos, a esperar a que llegase.


Todo iba bien. Ashley cargaba sus millones de bolsos enteramente rosa que le dije millones de veces que no necesitaría, pero que, por supuesto, no me hizo caso. "¿Y qué tal si hay una fiesta y no llevo ni vestido ni zapatos?", decía. "¿Y qué si hace frío y necesito abrigo, o calor y nos vamos a la playa?". "No hay playas en Oklahoma", le decía yo riendo. "Hay un par de lagos, pero eso es todo". "Sirve igual, niña. Te pones una bikini y te metes al agua, y problema resuelto." Ya no sabía cómo lidiar con ella, así que me limité a reír y a sacudir la cabeza.

Sam, su primo, era más precavido. Había llevado lo justo y lo necesario. Un par de abrigos por las dudas, y un par de remeras mangas cortas. Además de sus objetos personales, claro. Pero llevaba tan solo una mochila y un bolso negros modestos. Eso era todo.

Jenna, por el contrario, se encargó de ponerles pines de bandas de rock como Green Day, Metallica, Red Hot Chilli Peppers, Black Sabbath, los Rolling Stones, Scorpions, entre otros. Llevaba una mochila también negra, y un bolso con ruedas lleno de cosas relacionadas con el rock.

Luke, por su parte, llevaba una mochila de Nike roja y dos bolsos azules llenos de ropa. ¿Por qué? Nadie lo sabe. Creo que ahora sé por qué Ashley y él son almas gemelas: hasta en aquello era iguales.

Yo, por mi parte, empaqué en una mochila negra con algunos pines de bandas de rock (porque a mí también me encantaban), pero no rozaban lo exagerado como mi compañera, y un pequeño bolso con ruedas violeta con lo justo y necesario.

Los cinco íbamos animosamente hablando y riendo hacia la sala de espera típica de aeropuertos que, usualmente, está lleno de gente esperando por partir, cuando de pronto veo una figura de entre la gente. No puede ser. Observé contrariada a Sam, y él pareció percatarse. Luego, lentamente Jenna lo vio, y luego, casi al unísono, Luke y Ashley también. Solté una maldición por lo bajo.

Allí estaba muy campante mi mejor amigo Darius.


- Bueno, ¿qué tal, compañeros? – saludó con una sonrisa burlona cuando nos reunimos con él.

- ¿Qué quieres, Darius? – dije visiblemente enojada.

- Oh, nada. Lo de siempre, ¿sabes? – dijo pateando un poco el suelo, haciéndose el pobrecito.

- ¿Vas a despedirte o algo por el estilo, cabeza de escoba? – le dijo Jenna, abriendo los brazos y subiendo las cejas. Darius sonrió con malicia.

- En realidad, no. Venía para... - hizo una pausa. – Acompañarlos.

Sonrió al ver nuestras caras de indignación. Jenna se abalanzó para golpearlo, pero Luke la sostuvo. Sam casi hace lo mismo, pero lo sostuve. Ashley, en cambio, lo miró con el ceño fruncido, muy atentamente.

- ¿Puedo ayudarte, niña? – le dijo Darius al darse cuenta que ella lo miraba con cara rara.

- No, es que... creo que ya te he visto. En otra parte, quiero decir.

- ¿A qué te refieres? – dijo, algo alarmado.

- Nada, quizás es cosa mía – sonrió. Le leí la mente, pero la tenía vacía. Nada. Ni una sola pista. Extraño...

- Bien, niños, en marcha.

- Espera un momento – le dije. - ¿Por qué tú? ¿Por qué no Betty Marshall, o Daisy Gunner?

- Porque Aberforth y el GELA específicamente me pidieron que los acompañe... alguien con más sabiduría y experiencia que ustedes.

- Discúlpame, pero lo único sabio que has dicho hasta ahora fue tu saludo. ¿Cómo podemos saber que tú no nos mientes? – dijo Jenna, con los brazos cruzados. Éste último bufó con sorna, y sonrió.

- Parece que a su... - nos observó a todos antes de decirnos – amiguita no le caigo del todo bien.

- Y con razón – la defendí. – Al llegar no has hecho nada más que llevarle la contraria a Aberforth. ¿Qué esperabas? ¿Que te recibamos todos alegremente con música de fondo, bailando y saltando a tu alrededor? – me miró a los ojos profundamente ofendido. - ¿Sabes qué? No quiero saber quién te ha mandado ni por qué.

- Yo sí – dijo Sam. – Habla, vamos. – Se cruzó de brazos a la espera de una respuesta. Darius bufó sonoramente y revoleó los ojos hacia el techo.

- Ya les he dicho. Aberforth en persona me...

- No te creo – lo cortó Sam. – Si Aberforth en persona te hubiera dicho las cosas, hubieses venido con nosotros en su Jeep. – Se le acercó peligrosamente. – Vamos, teniente Fletcher. Escúpelo. Diga por una vez en su vida la verdad.

- Ya les he dicho cuanto sé – dijo con evasivas. – Ahora, en marcha, que llegaremos tarde.

III. Moonlight Shadow: Survive the DarknessWhere stories live. Discover now