6. El hombre misterioso

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Era un frío lunes de febrero. Afuera llovía, como siempre, y la gente se refugiaba bajo los tejados de las tiendas. Pero esto no impedía que la gente en el café no hablara animosamente. En la ciudad de Oklahoma, este café era uno de los más transitados no solo por su historia, sino por sus buenas atenciones a la hora de pedir algo que comer.

Susan trabajaba como de costumbre como mesera del lugar, yendo y viniendo por dentro de una gran masa de gente que ella conocía muy bien, y que frecuentaban el lugar antes de dirigirse a sus respectivos trabajos. El café y el olor a las donuts se arremolinaban en el aire como una gran masa de aire caliente que te impregnaba nada más entrabas al local.

Se dirigió a la barra en la que su amiga Barbara atendía la caja, y se quedó parada con los codos apoyados en la barra, golpeándose la birome en el mentón y observando el papel en blanco, a la espera de que alguien diga su nombre y ella pueda tomar la orden.

El acostumbrado ruido a la campanilla sobre la puerta del local la sobresaltó un poco, y decidió levantar la vista hacia éste. Al local había entrado un señor que usualmente no habituaba el lugar. Levantó las cejas un poco, y reflexionó acerca de que quizás este señor sea nuevo en la ciudad. Lo siguió con la vista, y se dio cuenta que se dirigía hacia una de las mesas del fondo del local. Tomó su bloc de notas, y una birome azul.

Al seguirlo, se dio cuenta que era inusualmente alto y vestía con un traje de color negro. "Quizás es un hombre de negocios", pensó.

- Hola, bienvenido al Café Heaven. ¿Puedo tomarle la orden? – dijo, pasándole un menú con una amplia sonrisa. Vestía el típico uniforme de delantal y sombrero blancos típico de los 50. Incluso aunque los años habían pasado, el local estaba ambientado justamente como esa época. Había una rockola en una esquina y de vez en cuando escuchaba una de sus canciones favoritas de rock clásico, "Summer of 69", de Bryan Adams.

- Solo deme un momento, por favor – dijo con una voz áspera y profunda.

- Está bien. Cuando esté listo, puede llamarme. Estaré detrás de la barra – el misterioso hombre trató de sonreír, y lo que consiguió fue una mueca espeluznante bajo su sombrero negro y sus ojos grises. Susan se alarmó un poco, y su sonrisa se apagó gradualmente hasta que se convirtió en una mueca seria.

Detrás de la barra, le preguntó a su amiga si alguna vez había visto al extraño señor que hacía no tanto había arribado al lugar. Ella, para sorpresa suya, le dijo que no, que jamás lo había visto. Lo observó durante un tiempo y se dio cuenta que observaba sus alrededores de manera pensativa.

Mientras el local se llenaba con la acostumbrada clientela, la chica de tan solo 23 años de edad no paraba de pensar en el extraño sujeto que se hallaba sentado a tan solo unas mesas atrás. La barra se ubicaba justo a la entrada del mismo, y a la derecha, más atrás, se hallaban las mesas contiguas, y tenía que hacer un esfuerzo tremendo para poder observarlo. Por una fracción de segundos, le pareció notar un extraño reflejo en sus ojos.

Pero no podía ser. Debería estar soñando.

Definitivamente le vendría bien una buena taza de café para calmar los nervios. Definitivamente tenía que hacerlo.

Cuando se disponía a asir con sus manos el asa de la taza, de pronto se escuchó un sonoro golpe.

Levantó la vista rápidamente, y notó que las mesas contiguas habían sido desparramadas como dominó, no solo por la parte derecha de la sala sino por todas partes. Salió disparada del mostrador para ver si aquel señor se había hecho daño, y notó con una ligera sorpresa que el hombre había desaparecido sin dejar rastro. Asustada, corrió por todas partes mientras les decía a las personas que no cunda el pánico, que todo iba a estar bien. Ayudó a varias personas a levantarse, y gracias a Dios no hubo heridos graves. Cuando se disponía a regresar al trabajo y a calmarse, incluso cuando había suspirado y ya se había relajado un poco, algo la tomó por atrás.

Ella, sorprendida, notó que era el hombre que se había sentado a solo unas mesas atrás. Ahogó un grito cuando se dio cuenta que el hombre, que medía unos 2 metros, tenía ojos negros como la noche más oscura que ella había visto jamás. Ella, que medía tan solo 1, 56 se hallaba indefensa y desprotegida ante tal aparición. Quiso gritar, llamar a alguien, pero lo último que vieron sus ojos fue cómo el hombre le rebanaba la garganta de un solo corte limpio.

III. Moonlight Shadow: Survive the DarknessWhere stories live. Discover now