—¿Cómo estás tú después de eso? —deslizo la pregunta con cautela.

—Tardé un tiempo para decir que estoy realmente bien —admite en voz baja—. Fue una terapia corta, después de todo, a mí me dañó de una forma más leve. Tuve una familia que me contuvo desde el primer momento, pero tú... No sé cómo pudiste cargar sola con eso durante tantos años.

—Mi madre ha sufrido mucho más que el asesinato de su hermana; estaba devastada...Si yo le hubiera contado sobre las pesadillas, ¿no crees que esa podría haber sido la gota que rebalsaría el vaso? Ella era lo único que me quedaba, no podía arriesgarme. Pero, como sea —sacudo la cabeza para dejar atrás este asunto—, ¿es verdad que estudiarás aquí?

—Sí —sonríe y acomoda su chaqueta negra mientras abre un paquete de papas fritas—. Además, estuve pensando en la posibilidad de formar una banda, aunque aún no estoy seguro.

Me sorprende saber que está interesado en la música, voy a preguntar sobre ello cuando el sonido de mi teléfono interrumpe el momento y me veo obligada a buscarlo. La pantalla se ilumina con el nombre de Uruha. Me llevo el teléfono a la oreja y lo primero que logro escuchar es una melodía rítmica en un elevado volumen.

¡Mickaellie! ¿Por qué no lees mis mensajes? Ruki ha organizado una fiesta y no puedes faltar.

Olvidé por completo mi teléfono desde el momento en que puse música hace horas. ¿A quién se le ocurre enviar una invitación con tan poca antelación?

—¿Una fiesta? —interrumpo—. Sabes que no me gustan esas cosas.

Te envío la dirección.

—Estoy diciéndote que no me gustan las fiestas —repito. El miedo se apodera de mí al recordar todo lo que he hecho mal en el pasado. Bailar, beber sin control, llorar en un rincón y desear llegar a un estado de inconsciencia extrema... Olvidar.

No aceptaré una negativa. ¿Qué puedo hacer para convencerte? No puedes perderte esto.

Busco mi voz y respondo con calma: —Nada, solo corta el teléfono y pásalo bien.

—Tienes que venir, Mickaellie. Si no vienes, pasaré a buscarte.

De pronto, la música es casi inaudible y esa voz que conozco tan bien me deja sin habla. Yuu Shiroyama dice cada palabra en un tono aterciopelado que me hace cerrar los ojos por un segundo, deseando asimilar cada sensación que se hace presente. Por supuesto, no olvido que tengo compañía, así que intento guardar la compostura.
No tengo idea de qué hace él allí, qué clase de fiesta es o cuánta gente habrá, pero su voz despista absolutamente todos mis intentos de negarme.

Uh... ¿Me dejas hablar a solas con ella? La convenceré —se escucha lejanamente, por lo bajo.

—Lo siento, no hay manera de convencerme —murmuro—. Además, no puedo, estoy ocupada.

Si, lo sé. Puedes decirle a tu invitado que venga también, le encantará la fiesta de Ruki —responde, esta vez con la voz más alta y seria.

—¡Mickaellie, te enviaré la dirección ahora!

La voz de Ruki se escucha a lo lejos y yo niego con la cabeza, indignada porque estas personas no me escuchan en absoluto y porque no entiendo nada. ¿Cómo es que Yuu sabe acerca de Reita y por qué me están insistiendo tanto en ir?

—Ruki... —soy interrumpida por un grito de él nuevamente—. Takanori, no iré, no me envíes...

Corta la llamada y frunzo el cejo. No puedo creer que Ruki no haya tardado ni un minuto en enviarme la dirección y ahora me veo siendo perseguida por la mirada inquisitiva de Reita, a la cual respondo con un gesto desdeñoso con la mano.

Un suspiro y mil disparos | the GazettEWhere stories live. Discover now