—Mmm, alguien aquí está distraída con su teléfono. ¿Es por algún novio? —bromea el más alto.

—¿Por qué me apuntas sólo a mí? —pregunto y señalo al rubio—. Ruki está con su teléfono también y no dices lo mismo.

—Escuchen con atención —Ruki interrumpe—. Alguien ha publicado sobre el profesor de literatura. Dicen que renunciará hoy mismo.

—Es extraño, ¿por qué nadie ha dicho algo al respecto?

—De hecho, hace días han publicado que la esposa del profesor está enferma —interviene Uruha mirando también su teléfono y robando una papita de mi bolsa—. Tal vez fue una decisión repentina o las cosas se complicaron.

Cuando el timbre de entrada nos avisa que ya debemos regresar a clases, nos levantamos y entramos. En el camino, Ruki va con su celular muy entretenido y nos dice que, efectivamente, el profesor se irá hoy para darle lugar al nuevo.
El hombre frente a la clase no se ve nada bien, sus ojos rojos denotan cansancio y llanto.

—Como se les ha informado hace una semana, tengo algunos problemas personales y me veo obligado a abandonar el instituto por un tiempo —con gran pesar, toma una respiración—. El nuevo profesor se encuentra en la dirección ultimando detalles, en un momento estará con nosotros.

Aunque deberíamos quedarnos en silencio por respeto, no tardamos en cuchichear entre nosotros acerca del nuevo profesor. Ruki, con una sonrisa mientras mira la pequeña pantalla, dice:

—Tengo data de último minuto, pero no querrás saberlo —guarda su móvil en el bolsillo.

—¡Vamos, Ruki, suéltalo! —sisea el alto.

El rubio niega con la cabeza y sonríe. Susurra que será una sorpresa y me ignora cuando comienzo a bombardearlo a preguntas, no sale ni una palabra de su boca hasta que Uruha nombra a su madre.

—Seguro que es tu madre y no nos quieres decir. Si es ella, ya tendrás un sobresaliente asegurado, eso es trampa.

—Cállate, Shima. Mi madre es profesora en el último año en la universidad.

—Ya, dinos de una vez —farfullo.

—Oh, Yuu, ya estás aquí.

Un hombre de cabello oscuro abre la puerta y se acerca al profesor, le da un saludo cálido y nos mira a todos con esos ojos negros que algún dios divino le ha concedido. Sonríe suavemente y se cruza de brazos mientras se apoya en el borde de la mesa que está detrás de él.

Oh por Dios, no estoy preparada para esto.

Y, oh por Dios: Yuu Shiroyama está frente a la clase.

No puedo creerlo. ¿Qué está sucediendo? Esto es mi mejor sueño y mi peor pesadilla a la vez, se ve demasiado joven para ser un profesor, ahora mismo no sé cómo reaccionar porque es la primera vez en todo este tiempo que pienso acerca de su edad. Incluso... Él podría estar casado y tener hijos, ¿por qué no pensé en eso antes? ¿Por qué sólo me centré en pensar en él de otra forma sin considerar los posibles escenarios?
Mi mente es un enredo de pensamientos locos. No tendría oportunidad ni aunque tuviera veinticinco años, porque, además de ser mi profesional de la salud, ahora es mi profesor.

—Buenos días, soy el nuevo profesor —dice aún con los brazos cruzados—. Me llamo Yuu Shiroyama, y estaré reemplazando al señor Kakimoto.

—¿Qué hace él aquí? —murmura Uruha, que parece estar alucinando en colores como yo.

—¿Me lo preguntas a mí? —siseo.

Los tres mantenemos silencio cuando Shiroyama se despide del profesor y vuelve a prestarnos atención al oír unos leves golpes. No sabemos de dónde provienen, así que todos buscamos la fuente del sonido.
Yuu descubre a quien está interrumpiendo y la mira. La mira fijamente con el semblante impasible, mientras Kigari golpea una y otra vez su bolígrafo contra su pupitre, distraída. Cuando ambos conectan miradas ella sonríe imperceptiblemente.
Sé que Yuu Shiroyama es amable, pero utiliza un tono muy serio y profesional para dirigirse a ella.

—Disculpe, ¿tiene alguna clase de tic nervioso, señorita?

—Uh..., no.

—Entonces deje de hacer ruido.

Puedo ver, incluso desde la distancia, la manera en que Kigari traga saliva duramente. Si yo estuviera en su lugar haría lo mismo, este hombre da miedo ahora mismo.
Shiroyama comienza la clase con una dinámica para conocernos: Dice el nombre de alguien al azar y quien sea elegido debe leer en voz alta, lo cual me pone terriblemente nerviosa. Desde que estoy aquí, jamas he tenido una actividad en la que sobresalga o en la que toda la atención esté puesta en mí.
Acalorada y nerviosa, abandono mi silla cuando mi nombre sale de sus labios tan peculiarmente. El libro entre mis manos tiembla al igual que mi voz y siento que en cualquier momento voy a llorar, pero él asiente suavemente hacia mí para darme ánimos, así que respiro y lo intento.

Cuando termino, Uruha voltea varias veces y por último señala mi celular, que está arriba de mi pupitre. Tengo un mensaje suyo.

"Cuando termine la clase habla con él. 
Te estás retorciendo las manos, y si no sueltas los nervios vas a explotar"

He intentado ocultar mi mal hábito de retorcerme las manos, pero no funcionó. Tengo miedo de que descubran que hago este tipo de cosas todo el tiempo y no tengo control, así que simplemente le respondo que estoy estresada y que, al salir, iré a descansar. Uruha me sonríe comprensivamente y no hablamos hasta que la clase termina. Estoy bastante agotada.

Guardo mis cosas con rapidez porque quiero desaparecer de aquí por una razón que no entiendo, me siento tan mal que reprimir el nudo de la garganta me está matando. Saludo con un movimiento de cabeza a los chicos y antes de alcanzar la salida, una voz me paraliza. Es como si me pegaran los pies al suelo.

—Mickaellie.

—¿Sí? —respondo con calma fingida.

—Te sucede algo —dice. No es una pregunta.

—Eh..., no. No se preocupe.

Se para frente a mí sin importar que nuestros espectadores, Uruha y Ruki, nos estén mirando como si él y yo tuviéramos alguna clase de tensión romántica no resuelta. Me levanta la cabeza para mirarme a los ojos y por su expresión sé que ha oído el tono de mi voz, ese maldito tono agudo que no puedo controlar y que aparece cuando estoy nerviosa.

—Necesitas aire fresco. ¿Quieres salir a caminar?

—No, estoy bien, solo estoy cansada —vocifero.

—Mickaellie, sé que aquí soy tu profesor, pero fuera de esto soy Yuu: Tu psicólogo, y tu amigo, lo cual me hace estar preocupado, ¿entendido? Estás nerviosa y necesitas despejarte, así que saldremos afuera y me contarás qué está pasando.

Ruki y Uruha siguen de mirones, pero yo no puedo apartar los ojos del hombre que me sostiene la barbilla para mantener mi cabeza elevada. Dios mío, ¿está mal pensar en que quiero que me levante la cabeza así para besarme?
Quiero salir corriendo cuando lo veo entrar y agarrar sus cosas, pero mi cerebro parece haber hecho cortocircuito con mi cuerpo y no puedo moverme. Ojalá pudiera apartar estas sensaciones tan maravillosas que me atacan cada vez que está cerca y comportarme.
Es muy extraño, el nudo en mi garganta ha desaparecido.

Mis ojos se dignan a mirar a los chicos cuando oigo que se despiden de mí. ¡Deben estar pensando cualquier cosa!

—Que te diviertas —desea Uruha, que me guiña un ojo y se va junto a Ruki.

¡Esto no es lo que parece!

Un suspiro y mil disparos | the GazettEحيث تعيش القصص. اكتشف الآن