Capítulo 2. Alcohol y Cigarrillos.

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Semejante empresa siempre era nombrada y sino mal recuerdo era admirada por un profesor que tuve en la universidad, decía que ellos resguardaban todo tipo de antigüedades y datos en línea, y que trabaja en tal ámbito de resguardo y proteger información, que meterse en su camino no era para nada satisfactorio, tambien el que pese a ser una empresa de relevancia la capacidades y los ámbitos en los que estaba involucradas no tenían límites. De ahí, parte mi asombro.

— la verdad es que no es un amigo, simplemente alguien me dio el dato y pues me entrego la tarjeta por si es que me interesaba.

Desvió mis ojos a la tarjeta. En ella aparte del nombre de la empresa tenía además un número telefónico, una dirección de correo y el nombre del representante.

— vamos, Ben. Anímate, tal vez ese sea tu golpe de suerte —animo Catia— y si te interesa a mi parecer de traje no te verías tan mal.

Estas últimas palabras las dijo al mismo tiempo que coloca su mano sobre mi muslo al mismo tiempo que con la otra removía sus cabellos avellana hacia un costado, sonriendo coquetamente.

— cálmense chicos —vuelve a hablar Erick interrumpiendo mi contacto visual con Catia— que si quieren les dejo el departamento esta noche solo para ustedes dos.

Todo el comentario lo dijo con una expresión coqueta, pero de forma grotesca muy diferente de la forma que lo había hecho Catia, lo que me provoca risa y no puedo acallarla al mismo tiempo que guardó la tarjeta en el bolsillo de mi pantalón.

— tranquilo, Cupido —le freno recuperándome y dándole un trago a mi botella antes de añadir—recuerda que acabo de tener una ruptura y esto —la última palabra la digo señalándome el lugar donde esta mi corazón— no está bien para intentar algo —digo en referencia a mis sentimientos, con lo último.

Catia de inmediato aparto su mano de mi pierna, para posteriormente alejarse unos centímetros de distancia que hace unos segundos no existían, lo que consigue captar mi atención.

— ¿Qué no habían acabado con eso hace cinco años atrás? —frunce su ceño y luego de pestañar incrédula, al ver mi mirada confusa, agrega— me refiero a Anastasia.

En suposiciones eso era lo que todos, incluyéndome, queríamos creer, pero no era tan así.

Cuando fui llevado delante del juzgado y me declararon culpable, oyendo de inmediato mi sentencia... comprendí a lo que me enfrentaría, entonces acepte que realmente era un criminal. Luego de aquello vino el traslado a la prisión donde lo primero que hice fue volver a llamar a mis padres, para rogarle a ambos, que por todo el amor que me tenían, no me visitaran en lo que resultaba mi estancia entre esas enormes paredes, ya que no quería verlos sufrir por mis errores, no sabría como lidiar con sus silencios y expresiones tristes, mucho menos provocarle mas tristeza y desencadenar algún malestar.

Fue del mismo modo con mis más cercanos amigos, pero sabía más que nadie que ella iría, sin importarle que yo le dijera que no lo hiciera o que los demás le comentaran mis deseos, ella vendría buscando respuestas y su llegada no se hizo esperar... estaba en el patio, hablando con Oscar, otro recluso uno de los pocos que estaba dentro por defenderse de su enemigo y en la que las circunstancias o el destino no habían estado a su favor, cuando me llamaron y me indicaron que tenía una visita.

Mi desaprobación fue inmediata, era molesto ya el aceptar el simple hecho de que tendríamos que hablar por medio de un telefonillo sentados uno frente al otro, divididos por un vidrio reforzado entre medio, como también el dolor que me causar verles expresiones tristes, sufrimiento, desaprobación, por mi culpa.

Deje aquellos pensamientos en el olvido apenas entre en el lugar y me acerco al cubículo indicado por el guardia, entonces allí la vi a ella con sus cabellos rojizos sueltos, sus ojos entristecidos y sosteniendo ya el teléfono. Aun llevaba puesta la ropa de viaje, debido a que solo un par de días atrás había ido a uno por asuntos de estudios.

Ella es mi Jefa. SIN EDITARWhere stories live. Discover now