-¡Odette! - exclamó mi padre.

-¡Qué! - grité -¡He dicho que estoy bien!

De repente, toda mi familia me observó asustada. No entendí por qué hasta que me miré en un espejo que se encontraba a poca distancia de mí. Me quedé boquiabierta. Esa no era yo. Mejor dicho, era un yo completamente diferente al de antes. Mi pelo... Mis ojos... Yo ya no tenía el pelo castaño y los ojos verdes como el resto de mi familia. Mi pelo era rojo como la sangre, y mis ojos se habían vuelto de un color tan claro que casi ni se apreciaba. Mis labios también habían cambiado, ahora eran de un color indefinido, similar al granate. Por último, grandes alas blancas y emplumadas salieron de mi espalda, rompiendo parte de la camisa que llevaba puesta en ese momento.

-Pero... ¿Qué...? - Esto es un sueño - ¿Vosotros también me estáis viendo así?

Todos asintieron cautivada y lentamente. Ahora sabía una cosa, que no estaba loca. Pero había una mala noticia: lo que me había pasado no era normal. Salí corriendo de casa mientras oía los gritos de mis padres y las maldiciones que me echaban mis hermanos. Mis piernas, pies y... alas actuaban solos y me llevaban a algún sitio desconocido. Frené en seco. Cam. Tenía que ir a casa de Cam. Él era mi mejor amigo, seguro que me ayudaría a averiguar algo. O por lo menos podría distraerme un poco con sus tonterías.  Antes de llamar al timbre de su casa, sentí algo extraño, pero lo ignoré. Me pareció ver que algo a mi espalda cambiaba de color, pero tampoco le presté atención. Estaba demasiado distraída con la cantidad de sucesos que estaban ocurriendo poco a poco para preocuparme por dos chorradas. Entonces, una mujer ancianísima con gafas de sol apareció en el marco de la puerta y me miró curiosa.

-¿Necesitas algo, querida? - Necesito saber quién es usted y qué hace en casa de mi amigo.

-Busco a Cam - dije ignorándo las preguntas que circulaban por mi cabeza.

-Pasa, pasa. Ahora le llamo. - Su voz era aguda y áspera. No inspiraba confianza.

-No, gracias. No quiero ser un incordio, esperaré a que él salga. - disimulé. Esa señora me era familiar, extrañamente familiar.

-No te preocupes cariño, pasa. No eres ningún incordio. - No me metería ahí contigo jamás.

¿Por qué demonios insistía tanto? No lo sabía, pero lo que sí sabía es que yo no iba a ceder.

-De veras. Prefiero esperar aquí fuera. - Me di la vuelta, para señalar el final de nuestra disputa y esperé.

La señora cerró la puerta dando un golpe, como si no se hubiese salido con la suya y, segundos después, se abrió la puerta de nuevo y mi amigo Cam apareció en su marco.
Cam era un chico rubio con los ojos color miel. Me sacaba algún que otro año (él tenía dieciséis y yo catorce), pero a pesar de ello éramos mejores amigos. Nos conocíamos desde hace muchísimo tiempo. A mis padres no les caía muy bien por el tema de la edad y porque su familia no era... como éramos nosotros. Él tenía muchos problemas en casa. Además, tampoco era la mejor influencia que una chica de catorce años podía tener.

-¿Quién era? - le pregunté, olvidándome del por qué de mi visita.

Él me miró extrañado.

-¿Quién era? - me imitó sorprendido - ¿Quién era quién?

-La mujer que ha salido a recibirme.

Era demasiado obvio y a la vez extraño, ¿es que se había vuelto ciego?

-Od, estoy solo en casa - dijo poniéndome ojitos.

-Pero... ¿Cómo que...? Te juro que...

-¿Has venido sólo para gastarme una broma?

Son imaginaciones mías, pensé. Entonces recordé por qué había venido y me olvidé de aquella anciana. Le mostré un mechón de mi cabello, pero este ya había vuelto a su color natural. Me miré la espalda, pero ya no había nada extraño en ella. Entré apresuradamente en su casa, pero cuando me miré en uno de sus espejos, yo ya era como antes.

-¿Qué haces? Od... ¿Estás bien?

-¡Sí!

Todo aquello era absurdo. Pero... ¿y si me había vuelto loca? No. Mis padres y hermanos lo habían visto, al menos de eso estaba segura.

-Cam, necesito que vengas a mi casa. Ahora.

Salí de casa de mi amigo con él pisándome los talones. Cuando llegamos a la mía, llamé al timbre. De inmediato salieron mis hermanos a recibirnos.

-¡Od! - exclamó uno de ellos.

-Tú... - dijo Nick mientras señalaba a Cam - ¿Qué hace aquí?

Mi increíblemente sobreprotector hermano odiaba a Cam por los motivos que he comentado antes y solía hablar como si él no estuviese delante.

-Yo le he traído - dije secamente.

-¿Por qué? - saltó.

Ahí estaba otra vez. El dolor en la espalda, el ardor en la piel. Había vuelto a ocurrir. Una de mis alas golpeó a Cam, que gritó.

-¡PORQUE QUERÍA! - bramé.

Cuando me di cuenta de mi cambio entré en casa y fui directa al salón, dónde encontré a mis padres dicutiendo.

-¡Claro que sabíamos que iba a pasar! ¡Lo tenía en los genes!

-Pero se suponía que era un cambio, ¡no cuatro!

¿Cambio? ¿Mis padres lo sabían? Cuando me vieron entrar, su disputa cesó. Les miré fijamente a los ojos, dejándoles claro que quería una explicación instantánea.

Entonces, se me nubló la vista y, cuando volvió a ser normal, vi a una mujer. Su ropa estaba en un estado horrible, al igual que su cara, quemada y despellejada.

-Huye - susurró aterrada -. No eres como ellos... Les preocupas, te temen. Temen por sus vidas, no por la tuya. No confíes en ellos.

Hizo ademán de echar a correr, pero se paró para dedicarme sus últimas palabras.

-Recuerda lo que te digo, niña, no te entenderán. Para ellos eres una amenaza, un monstruo y no harán nada para ayudarte si ellos se ven en peligro - me miró a los ojos - Nada. Vendrán a buscarte. Oh, sí que lo harán... Y cuando lo hagan, ya no habrá escapatoria.

Comenzó a reírse al igual que lo habría hecho un psicópata y todo volvió a oscurecerse. Aparecí de nuevo en el salón de mi hogar.

-Pero... ¿qué demonios...?

La Reina Perdida [SC #1]Where stories live. Discover now