—Sí, hay una manera. Mirad: esto es una llave. Una llave del ascensor 7. De uno de los ascensores que usan los guardias, ya sabéis. Si no me equivoco, lleva a todas las plantas de este sitio. Zadd me dijo que fuese concretamente a la 495.

Me miran alucinados. Lo saben. Es un objeto prohibido, el hecho de tocarlo se considera un acto prohibido y se castiga con la muerte. Mis amigos podrían delatarme, pero no lo harán. Ahora están conmigo. Les acabo de enseñar un objeto ilegal. No tienen alternativa, tienen que estar conmigo. El hecho de apoyarme también se considera prohibido, ahora todos somos un peligro. En parte me siento mal, pero no me queda otra.

—¿Y de dónde diablos ha sacado Zadd eso? —me pregunta Ennua, horrorizada. Todos lo están. Todos lo estamos, en realidad.

—Se enfrentó a los guardias. Dice que consiguió matarles con un ataque directo. No sé cómo lo hizo. Me lo contó muy rápido todo, no me ha dado tiempo a asimilarlo todo... —cierro los ojos con fuerza e intento recordar qué dijo Zadd exactamente... Ya me acuerdo— mencionó una explosión, o algo así.

—¿Y no te dijo nada más? —comenta Ennua, con fastidio. A mí me fastidia un poco su comentario.

—No le dio tiempo. Ya os lo he dicho, entré en la sala, le vi, me contó todo lo que pudo y me dio la llave. En cuanto los guardias llegaron, me empezó a golpear, quizá para que no pensaran que estaba compinchado con él y no me preguntaran nada. Y se lo llevaron, eso fue todo.

Ennua no se conforma, se fía de mí, pero no de Zadd.

—¿Y qué hacemos? ¿Vamos ahora? ¡Ni siquiera sabemos lo que hay ahí abajo! —protesta. Me molesta admitirlo, pero razón tiene. Skyan habla antes que yo:

—Algo tendremos que hacer. No nos podemos quedar de brazos cruzados.

Cualquier cosa que intentemos es arriesgada. Pero de todos modos...

—Si no nos matan intentando huir, nos matarán tarde o temprano sin luchar. Zadd dice que estamos en peligro. Le mataron sin pensarlo. Y se lo llevaron. Para los guardias no somos nada —explico. Ya sabía que los guardias se creen muy superiores, o lo son, pero es la primera vez que pienso sobre ello en serio.

—Es verdad —asiente Zhena. Ahora Ennua se ha quedado sin argumentos. Y sugiero:

—No tenemos por que ir ahora. Esperemos a mañana. Pero no más tiempo, no pienso cargar con esto durante mucho tiempo —levanto un poco el cilindro de metal—. Si me pillan, se acabó.

Temo que alguno de nosotros se vaya a echar atrás, ese es el verdadero motivo. El cilindro no deja de ser un objeto pequeño que se puede guardar en casi cualquier lado. No dejan de asaltarme dudas. ¿Y si sale mal? ¿Y si nos torturan hasta la muerte? A lo mejor Zadd estaba equivocado... Pero mucho me temo que no es así. Me miro la muñeca, donde tengo el triángulo. Hace dos semanas no sabía que brillaba. Hace dos semanas no sospechaba nada de esto. Ahora sé que me ocultan muchas cosas. No, tengo que intentar escapar. Nada de intentarlo. Tengo que escapar. Tenemos que escapar.

—Yo estoy contigo —dice Skyan, firmemente. Me siento agradecido.

—Yo también —dice Ennua. Aunque se ve que la idea no le gusta, está convencida de que si yo quiero escapar, ella me ayudará. Todos miramos a Zhena.

—¡Y yo más! Quiero decir, yo también —habla un poco nerviosa. Pobrecilla, acaba de llegar a este sector,  de pronto le meten con gente totalmente desconocida y antes de que el día acabe ya está en un grupo completamente ilegal que va a intentar lo imposible: escapar de donde sea que estemos. Cuanto más lo pienso peor suena.

—Si no quieres, no hace falta que vengas —la tranquiliza Ennua.

—No —contesta Zhena moviendo la cabeza—. Tengo que ir yo también. Perdí a mi amiga, o al menos eso pienso, porque no sé si está viva o muerta. Si os vais, os perderé a vosotros, mis nuevos amigos. Soy muy tímida y odio quedarme sola.

Las tres puntasWhere stories live. Discover now