Capítulo 4

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Capítulo 4

Abro los ojos. Tengo en la mano izquierda un objeto prohibido. La zona 54 está siendo evacuada. Cuando ya no hay nadie dentro un guardia pasa una placa de metal por el sensor.  Inmediatamente las luces de dentro de apagan. Las ventanas que dejan ver el interior de la sala se vuelven completamente opacas de pronto. En lugar de "Zona 54" encima de la puerta pone "Zona Desactivada". Me guardo la llave en el bolsillo de la chaqueta, algo incómodo.

Hay varios elementos protestando y quejándose, ya que es uno de los lugares favoritos de la mayoría. Uno de ellos insulta a un guardia. Este le hace una advertencia, y un punto en el identificador del elemento parpadea y después se apaga. Si sigue protestando, perderá los otros dos puntos y será castigado. Las cosas se pueden caldear aquí, lo mejor será que me vaya a buscar a mis amigos. 

—¡Zhoun! Tío, ¿qué ha pasado? —pregunta Skyan, que acaba de llegar. Ennua y Zhena vienen con él. Es una suerte que vengan ahora, así no tengo que ir a buscarles yo. Necesito con urgencia una zona vacía, en la que haya paz y pueda contarle a mis amigos lo que ocurre.

Soy consciente de que tengo el labio partido. Mis amigos parecen un poco alarmados, es normal. Intento tranquilizarles:

—No es nada, un loco me ha atacado, pero ya se lo han llevado. Os tengo que hablar de una cosa. En algún sitio tranquilo.

Ya sé a dónde ir. Hay una zona de lectura que utilizo con frecuencia, porque es muy tranquila, agradable y poco frecuentada. La zona 94. Vamos andando hacia ella. No me atrevo a decirles nada hasta que no llegamos, paso el identificador por el sensor, y entramos.

La zona 94 es una de mis favoritas. Es una librería pequeña y circular. Las paredes están recubiertas con estanterías repletas de libros. En el centro hay tres sillones y una mesa flotantes. Como siempre, del techo emana una luz blanca e intensa que ilumina la habitación. No hay mucho más, pero me gusta así. Suelo utilizarla cuando me apetece leer algo nuevo, sin oir el estruendo que hacen los otros elementos mientras juegan como locos. Cuando se cierra la puerta, nos acomodamos y Ennua me pregunta:

—¿Qué ha pasado? ¿Te ha pegado un loco? ¿Por qué?

Me da un pequeño arrebato de ternura hacia Ennua por preocuparse. Respondo:

—No, no ha sido un loco. Ha sido Zadd, ya sabes, mi amigo. Fue castigado, pero se escapó. Descubrió cosas importantes, y volvió a este sector para avisarme: estamos en peligro, y tenemos que irnos de aquí.

—Pero, ¿por qué te ha pegado? —pregunta Zhena.

—Para defenderme. Los guardias venían a por él en ese momento, me atacó para hacerles creer que estaba loco. Ya estaba herido y había visto las posibilidades que tenía. Decidió que lo mejor que podía hacer es protegerme.

—Vaya... —murmura Zhena. ¿Sentirá lástima por Zadd? No creo que tanta como yo... ¿O sí?

Hay un momento de silencio. Tengo miedo de sacar la llave, no sé por qué. Siento como si fuese a explotar en cualquier momento, como si de pronto alguien adivinase lo que tengo entre manos y fuese a detenerme antes de que pueda intentar nada. Miro a mis compañeros. Ellos me miran a mí, algo asustados. Me fío de ellos, incluso de Zhena, aunque la haya conocido hoy mismo. Meto la mano en el bolsillo y aprieto el cilindro entre mis dedos, pero no lo saco.

—¿Por qué íbamos a creerle? A lo mejor intenta que mueras tú también —Ennua no se fía ni un pelo. Lo entiendo, pero aún así me molesta porque ella no conocía a Zadd muy bien.

Skyan, que había estado en silencio desde que entró en la sala, dice:

—Yo me lo creo. Pero no hay manera de salir. Y lo sabes —Al igual que yo, Skyan ya sospechaba que pasa algo raro. Titubeo, pero saco el cilindro del bolsillo y se lo enseño a mis amigos.

Las tres puntasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora