Capítulo 1

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Capítulo 1

Mientras va cayendo el agua de la ducha miro la marca triangular de mi muñeca. Me acuerdo de la otra vez que me duché y brilló durante un momento, no sé por qué lo hizo. Incluso le pregunté a mis amigos, que llegaron a la conclusión de que estaba alucinando, pero no, sé qué pasó. Las gotas resbalan por mi brazo. Una luz blanca emana del techo, iluminando todo el cuarto de baño. Estoy encerrado en una pared de cristal grueso y a mi izquierda hay un panel en el que se ilumina la palabra "AGUA". Las puertas de la ducha están bloqueadas, no podré salir hasta que no finalice. Espero no llegar tarde a la zona 124 esta vez, ya he perdido dos puntos y si pierdo el tercero me veré en problemas serios. La ducha deja de echar agua. De pronto, la palabra "AGUA" desaparece y aparece la palabra "JABÓN", así que cierro los ojos. El enjabonado es algo molesto y pica un poco, aunque ya estoy acostumbrado. Durante un rato me mantengo con los ojos cerrados, hasta que vuelve a caer agua. Me pregunto qué habrá pasado con Zadd. Hace casi dos semanas que no le veo. No es precisamente mi amigo pero me llevo bien con él, porque a los dos nos encanta leer y hablar de nuestras lecturas. Deja de caer agua y se activan los secadores. Las gotas que quedan en mi cuerpo se esfuman en cuestión de segundos. Deja de salir aire y se oye un chasquido. Ya no se lee nada en el panel, y las puertas de la ducha se abren. Vuelvo a mirar el triángulo de mi muñeca. Nada, no brilla. Recojo la ropa limpia que está colgada a mi derecha y me la pongo. Después meto el brazo en una máquina que me coloca un brazalete de metal, semejante a un reloj. Es mi identificador. Tiene escrito "Elemento B02954", mi número de identidad. También tiene dos rayas apagadas y una encendida, lo que señala los puntos que me quedan. Normalmente la gente pierde puntos por retrasarse, cosa que por desgracia me pasa muy a menudo, sin embargo también puedes perderlos por portarte mal o no llegar al nivel esperado en el gimnasio. Es bastante estricto. 

Salgo del aseo a un pasillo largo lleno de puertas en las que hay centenares de duchas exactamente iguales a la que acabo de utilizar. A mi vez salen otros dos elementos adultos de las puertas contiguas a la mía. No les conozco más que de vista. Les he visto alguna vez en la zona 54, un área de entretenimiento de mis favoritas. Parece que ellos sí se conocen, porque empiezan a hablar entre ellos. Les presto atención.

—¿Esta tarde te vienes a la zona 345? Esa paliza que me diste ayer no se repetirá hoy —. dice uno de ellos.

—No puedo, hoy toca análisis, y me pilla en la hora libre. La semana anterior no acudí y me llevé dos puntos por ello, si no acudo esta...

—Qué lástima. Pues tendré que verme alguna película.

Ni siquiera sé dónde está la zona 345, pero me prometo investigar en mi hora libre para ver cómo es. Por cómo hablan los dos elementos parece que trata de una sala de videojuegos. Aunque me gustan mucho los videojuegos, disfruto más leyendo.

Los dos elementos se van en dirección opuesta a la mía. Me tropiezo con un guardia en camino al comedor. Sale una amenazante voz metálica de su casco:

—Tenga cuidado, B02954. Sólo le queda un punto en su identificador.

Como si no lo supiera ya. Los guardias no me agradan mucho, nunca lo han hecho y nunca lo harán. Tienen un traje sólido que no deja ver ni un milímetro de piel. No sé cómo son físicamente, y eso no me inspira confianza. No obstante, los guardias siempre están armados y no es muy inteligente mirarles mal, así que me disculpo y miro el identificador. Son las 8:00 AM. Me faltan cinco minutos para llegar al comedor, que está algo lejos para el tiempo que me queda, así que me echo a correr. Odio vivir con estas prisas, pero no me queda más remedio, porque soy muy despistado. Los pasillos están casi completamente vacíos, de no ser por algún otro elemento distraído o algún guardia que patrulla por ahí. Por suerte llego a tiempo. El comedor es una sala bastante amplia. Hay una pared con dos sensores y dos compartimentos, uno por donde sale la bandeja con la comida y otro para dejar la bandeja una vez has terminado. Tiene varias mesas con sillas incorporadas, todo pegado al suelo, donde ya hay gente comiendo. Del techo emana una luz blanca muy intensa, como el baño. También tiene unas ventanas grandes de cristal grueso por el cual se ve el pasillo. Hay varios comedores, pero este es el que mejor nos pilla a mis amigos y a mí. Me pongo a buscarlos con la mirada, y los encuentro. Mi mejor amigo es Skyan, y Ennua mi mejor amiga. Les saludo con la cabeza, aunque no les digo nada. Es una de las normas del comedor, no puedes hablar o te llaman la atención. Así que paso mi identificador por uno de los sensores de la pared, y casi de inmediato sale una bandeja con un cuenco con leche caliente, cereales, una pera partida por la mitad y un vaso de zumo. La leche y los cereales suelen ser los mismos, pero el zumo y la fruta varían cada día. Recojo la bandeja y me siento al lado de mis amigos. 

Cuando terminamos de desayunar, salimos del comedor y nos dirigimos por el pasillo hacia las clases de manejo del don. Una vez estamos en camino ya podemos charlar.

—¿Qué tal, ha brillado? —. Es lo primero que me pregunta Skyan. Ennua me mira con interés.

—Qué va. Pero la otra vez te juro que brilló —. Le contesto. Es cierto, hace un par de semanas me estaba duchando y empecé a sentirme extraño. Miré mi muñeca y noté que la marca de mi brazo estaba brillando intensamente en un tono azulado. Era la primera vez que me pasaba, y nadie jamás me ha comentado nada sobre eso. No se lo he dicho a nadie más que a mis amigos, posiblemente me tomarían por loco, y aquí los locos no salen muy bien parados.

—Es una marca de identificación, es imposible que brille. Ya lo sabes —. Es la respuesta de Ennua. Me lo ha repetido, exactamente con esas mismas palabras, al menos cinco veces. Frunzo el ceño, enojado. Es realmente agotador tener que insistir a tus amigos sobre una cosa que has visto y vivido y ellos no, pero como sé que esta conversación va a llevar de nuevo a una discusión, decido cambiar el tema drásticamente.

—Es igual. Por cierto, ya hace casi dos semanas que no veo a Zadd. El tío que me recomienda los libros buenos en la zona 54.

—Le habrán trasladado a otro sector —. Comenta Skyan.

En eso no he pensado. Sería una lástima si no vuelvo a ver a Zadd, es el único que suele interesarse más por la lectura que por cualquier otra actividad. Enseguida se llenan los pasillos de gente que habla bastante más alto de lo que me gustaría, así que mis amigos y yo dejamos de hablar y me concentro en lo que tengo que hacer ahora. Hoy toca entrenar mi don. Hace poco descubrí que podía levitar. Aunque es una tarea increíblemente agotadora, la idea me tiene bastante fascinado. La zona 12 es muy pequeña para lo que es, una de las salas centrales de entrenamiento básico. Es bastante amplia porque no llegamos a ser 50 personas, pero el triángulo no es un símbolo muy común. El de Skyan es aún menos común, una luna. Como mucho habrá 20 personas de su símbolo. COMO MUCHO. El de Ennua, que es un cuadrado, tiene como 100. El símbolo más común es el círculo, y el menos común, una estrella de seis puntas. No estoy muy seguro de por qué tenemos símbolos diferentes, los instructores nos explicaron que tiene que ver con nuestra procedencia, pero no dan muchos detalles. Lo que sí sé es que cada uno de nosotros varía un poco con sus habilidades según el símbolo. Cuando llegué aquí me marcaron permanentemente con un triángulo en la muñeca derecha, es lo único que sé. No recuerdo cuándo fue porque era un bebé. Llega un momento en el que nos tenemos que separar los tres. La zona de Ennua es la 5. La de Skyan es la 14. Hay veinte zonas de entrenamiento en total.

Sigo caminando a mi zona. Cada vez hay menos gente, y al final somos sólo diez personas los que quedamos, todos con un triángulo en la muñeca.

Por fin llegamos a la zona 12. La puerta está ya abierta y hay ya bastante gente, aunque no estamos todos. Mientras todo el mundo se va organizando me detengo a observar alrededor, y al cabo de un momento me encuentro con que hay una chica nueva a la que no conozco, lo cual significa que ha llegado hoy. Cuando tienes cinco años te llevan al sector uno, donde empiezas a aprender todas las normas y lo básico de tu símbolo. En cuanto cumples los doce años ya se te considera adulto e independiente, te dan el identificador y se te puede culpar si te portas mal.

Dejo de mirar a la chica nueva y me acerco a hablar con mi instructor, Wona. 

—Hola Zhoun. ¿Cómo te va? —. Me saluda. Todos los instructores han sido elementos en sus días, ayudan a los elementos jóvenes a dominar sus dones. Todavía nadie me ha explicado correctamente para qué sirve desarrollar tu don, pero está prohibido cuestionar el sistema.

Después de un rato contándole acerca de mi vida, empieza a enseñarme a levitar bien. Es muy difícil y me agoto muy rápidamente sin poder elevarme más de dos centímetros. Los dones que tenemos son increíblemente débiles para lo que he llegado a ver. Apenas puedes hacer daño a otro elemento usando la mayor de tus fuerzas, aunque si lo intentase ahora mismo sería castigado muy duramente. Cuando era un niño vi como dos elementos, también niños, lanzaban una bola de energía diez veces más grande de lo que sería capaz ahora mismo, y casi sin esforzarse. No me acuerdo del todo, aunque sí recuerdo que causaron un caos indescriptible, varios guardias se los llevaron a otro sector y no los volví a ver.

Me dispongo a levitar después e intentarlo sin éxito las veinte veces anteriores. Cierro los ojos y repito mentalmente los ejercicios que me ha enseñado Wona. Alzo las manos hacia arriba, cojo una bocanada de aire, bajo los brazos y de pronto empiezo a flotar. Cuatro centímetros. Ocho centímetros. Dieciséis centímetros. Subo cada vez más rápido. Alcanzo el metro y de pronto no puedo esforzarme más, me desconcentro, y me desmayo antes de tocar el suelo.

Las tres puntasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora