18

718 99 20
                                    

N/A: Hola, muchas gracias por seguir aquí. El capítulo de hoy es corto, corto, cortito.

Es un capítulo narrado en tercera persona. El viernes actualizaré un capítulo narrado por los personajes principales. Mientras, disfruten del corto. Les dará un vistazo de lo que se avecina.

Mi cariño. Gracias por ser mi más.

***

Aquél ente diseñado para seducir y proliferar corrupción en el alma de los hombres, decidió ignorar la orden dada y averiguar lo que estaba ocurriendo en aquella fosa del infierno.

Los gritos y el crujir de dientes resonaban en sus oídos, miró sobre sus hombros con fastidio, esas almas nunca se callaban, y con desdén siguió su camino.

La parte inferior de su cuerpo se arrastraba con sigilo y las voces se escuchaban cada vez más cerca.

Agares estaba furioso, y ella sonrió con satisfacción.

Gracias al engaño de aquel ser repulsivo, ella era una arpía, y su odio era para con todos; pero en especial para con él.

Los demonios que le acompañaban salieron en tropel obedeciendo la orden del demonio mayor y ella aprovechó el momento para asomar su cabeza, con cuidado, de modo que no sobresalieran sus cuernos. Se encontraba inquieta, si llegaban a descubrirla pasaría mil años atada al inframundo, sirviendo al Leviatán y no pudiendo regresar a la superficie. Eso era demasiado para todos ellos, incluso los demonios ahí recluidos necesitaban un respiro de aquel lugar, era por ello que pululaban en los diferentes mundos.

La que una vez fue una mujer hermosa, dotada de una exuberante belleza, fijó su mirada al sitio donde se encontraba recluido su más valioso tesoro.

Después del enfrentamiento en la tierra, Agares había tomado la decisión de un cambio de sitio y ella se sintió angustiada. Se miró sus manos deformes, sus garras lastimaban la piel del interior de su mano.

«Fui una vez tan hermosa, y mira en lo que te has convertido».

Una mueca apareció en su boca y alejó los pensamientos de su vida pasada.

Ahora tenía un propósito y debía prestar atención, necesitaba concentrarse, no podía ser descubierta.

Miró con furia contenida como era arrojado aquel cuerpo.

La criatura que Agares cargaba a su espalda fue tirada sin ningún cuidado. Era un cuerpo en forma humana, desnudo, y al momento de impactarse con el suelo su cuerpo por inercia adoptó la posición fetal, la piel que lo protegía estaba cubierta de una sustancia blanquecina y de aspecto baboso, los ojos de la criatura estaban cerrados y sus manos cruzadas tomando sus hombros.

Salomé jadeó con indignación. Él que estaba ahí tirado era su más preciada posesión, un logro maravilloso.

Sus ojos miraron con odio al demonio que se paseaba alrededor y observó como Agares se detenía ocultando a la criatura de su presencia.

Ella gruñó por lo bajo y al notar que el demonio movía su cabeza, se alejó y apeó su cuerpo a la pared.

La arpía respiró profundo y decidió esperar, no era seguro asomarse de nuevo, no habiendo alertado al demonio, no le quedó más remedio que ocultarse, no se largaría, había esperado mucho tiempo, lo habían alejado de lo que por derecho le pertenecía, y ansiosa esperaba una reacción (por mínima que fuera) de aquel ser tirado en aquella mazmorra.

No tuvo que esperar demasiado, una tos áspera rompió el silencio.

Agares protegía el despertar de Nulka, y ella también.

Al escuchar los jadeos y movimientos que se suscitaban en aquella estancia, Salomé sonrió, orgullosa.

«Estaba cerca, su hijo despertaría y con ello la caída del guerrero».

El beso de un ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora