6.

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  Cuando la idea apresurada del supuesto viaje al supermercado en busca de un artículo llegó, YoungJae aprovechó el tiempo para dejar que la madre de YuGyeom hiciese maravillas con su cabello.

Se lo habían mencionado; el negro le quedaba muy bien, era su color original y era más cómodo y fácil mantener (por supuesto). También el castaño le favorecía demasiado, le resaltaba los rasgos mucho mejor y no los endurecía como lo hacía un tono más oscuro. Pero YoungJae quería probar algo nuevo, algo... de adrenalina, suponía.

Él se conocía y aceptaba su forma de ser. No negaba que cuando era un niño, conservar su aspecto de la forma más desapercibida posible, era lo primordial en sus días. Ropas simples, colores neutros, cabello bien arreglado pero sin peinados extravagantes. Estaba lejos de ocupar unos jeans ajustados y las camisas modelando su figura le parecían sofocantes y atrevidas.

Fue a los dieciocho años, un verano exactamente, cuando su primo YuGyeom llegó de vacaciones para pasarlas junto a él y los pocos amigos que tenía en Mokpo, que sintió su belleza natural aumentar y la notó de una forma que hasta ese momento no había considerado.

Hubo una fiesta en la playa, de esas donde van grupos de adolescentes con sus bandas a ambientar el lugar, donde la música, luego, resuena por grandes parlantes. Era exclusivo para jóvenes, y él, recién habiendo cumplido la mayoría de edad, se sentía como pez de pecera en un estanque enorme, junto a otros peces que ya habían recorrido al menos una vez el espacio. Para su suerte –porque siendo franco, si no hubiera resultado el plan, él no se habría quedado allí por más de diez minutos–, YuGyeom pasó junto a él gracias a su increíble altura, y de que el nuevo corte de pelo y color le hacían ver de mayor edad. Motivo por el cual también pudieron beber un poco de algún trago con alcohol.

Fue ahí, en esa fiesta semi-privada, que YoungJae dejó atrás sus inhibiciones y el miedo a ser notado de forma atractiva.

Y en parte su primo tenía la culpa.

Frente al espejo que tenía en su cuarto, una vez la fiesta hubo finalizada, se miró más detenidamente. El pantalón negro corto le llegaba a penas hasta por encima de las rodillas, contrastando mucho más su tono pálido de piel. La camiseta, blanca y con un estampado negro en el frente, le hacía brillar el rostro; si es que pudiese denominarlo de esa forma. Observó sus piernas; él era alto, no tanto como YuGyeom, pero era alto, y sus piernas se veían largas también. Por eso fue que recibió ese terrible halago a media noche, con un mix de canciones rítmicas y algo electrónicas sacudiéndole las ideas.

No tomaba sol porque no le gustaba. Sí visitaba la playa pero siempre con protector o en zonas con sombra, y ahora que había descubierto cuán bien se veía, se dijo así mismo que no iba a broncearse nunca.

El problema continuó en su armario. Su ropa era como de dos talles más grandes. YoungJae se sentía muy cómodo y fresco con su guardarropa al estilo casual, holgado y deportivo, y no había prenda allí que le marcase el cuerpo. Y lo cierto era que no tenía ni idea de cómo combinarlas.

Todo fue un conjunto de cosas que lo llevaron a cambiar, para bien, claramente. No podía seguir viviendo siendo la persona callada, reservada y extremadamente tímida que fue cuando era un niño. De ninguna forma esa combinación resultaría beneficiosa.

Cuando llegó el tan ansiado día del viaje, donde su madre le abrazó incesantes veces y su padre le ayudó a cargar la maleta hasta la salida, YoungJae se despidió de su siempre amado nido familiar; de su habitación. Allí estaba todo, desde sus viejos cuadernos para colorear que guardaba en la parte más alta de la estantería, hasta los libros del último año de colegio, esos que no ya no cabían dentro de su mochila llena de apuntes. También quedaban los miedos de crecer y las trabas con las que se atormentaba. La nostalgia lo abrumó de golpe, no queriendo ver mucho más por miedo a arrepentirse.

Creciste [2Jae]Where stories live. Discover now