—No digas eso, Daphne —susurró mamá, resistiendo los sollozos—. Me duele tanto verte sufrir, mi nena... Eres mi amor, mi sol, mi vida, Daphne. Sé que no quieres hablar de lo que sucedió y no sé con exactitud que hizo esa gente, pero no dejaré que esto te acabe, ¿escuchas, mi amor? No dejaré que ellos te acaben y tú tampoco lo harás. Eres fuerte, Daphne... Eres maravillosa, una persona hermosamente incomparable. Brillas sobre los demás por tu cuenta. No debes depender de los demás para ser feliz. Te lastimaron, sí,... pero hay veces en las que debes tomar fuerzas de donde no las hay y levantarte, demostrarle a todos que nadie puede destruirte. Demostrarte a ti misma que sí puedes. Daphne, eres mi bebé, ¿entiendes? Tú eres mi felicidad, incluso más que tu padre —murmuró, y me miró a los ojos, limpiando mis mejillas tan dulcemente... ella—. Has vivido en mí durante nueve hermosos meses, mi nena,... te di la vida, te protegí y cuidé y lo haría por mil años más... Y tú debes aprender a hacerlo también, Daphne. No dejes que ellos destruyan tu precioso corazón, no. No permitas que ellos roben lo mejor de ti, tu esencia, tu propia luz.

Miré a sus hermosos ojos, directamente... Y no pude encontrar más que amor y sinceridad. Esta era la verdad, ella me amaba realmente y no podía defraudarla por personas que no supieron valorar mi amor. No podía, no debía defraudarme a mí misma.

—Gracias, mamá —susurré, y la abracé con fuerza... con tanta, tanta necesidad—. Te amo, mami. Te amo.

                                                                                                                           


Los días pasan, las horas y minutos también. Ahora nadie me mira con lástima, he dejado de asistir a las sesiones con el psiquiatra tan seguido; he comenzado a comer un poco más y sonreír también. He vuelto a vestirme mejor, a tratarme, a recuperar mi apariencia. Exteriormente debo estar bien, e interiormente... aún hay mucho qué superar. Nadie sana de la noche a la mañana, no después de tanto sufrimiento. Ha pasado la Navidad y el Año Nuevo. Estuve muy feliz de compartir el maravilloso momento con todos en casa, momentos tan preciosos que nunca debería dejar pasar. Mamá sonríe más al igual que papá al ver mi recuperación avanzar más y más... Es por ellos por quien no me rindo. Son ellos mi mayor inspiración en el mundo; aquellas dos personas maravillosas, aquellos grandes padres, los que toda persona desearía y que son míos, sólo míos.

—Deberíamos ir ahora —Animé, sonriendo y abrazando a papá. Él adoraba verme sonreír y yo debía hacerlo feliz, porque lo merecía. Bill Hurley merecía el mundo y más.

—¿Completamente segura, amor? Sinceramente no me gustaría arriesgarte a ver a toda esa... gente. Si es que así debería llamar a esa gran manada de bestias —gruñó él, y yo solté una pequeña risa.

—Papá, ¿qué dijo Morgan, eh? —Él suspiró y rodó los ojos, su rostro siendo alumbrado por una suave sonrisa al segundo.

—Saludos a los ánimos y despedida a los problemas —Asentí de acuerdo y sonreí. Papá me abrazó y dejó un suave beso sobre mi tez—. Estoy muy orgulloso de ti, mi hermosa Daphne. Has pasado por momentos muy difíciles, la gente ha sido cruel contigo, con la persona más preciosa en este mundo, ¿pero sabes qué? Todos ellos algún día se arrepentirán por esto. Las cosas malas se pagan, cariño, y muy caro. Así que tú no te preocupes más y busca tu felicidad, ¿bien? Mientras tú seas feliz, cariño, yo lo seré, y el mundo —murmuró, acariciando mi mejilla. Lo observé en silencio, y casi me trepé a él en un gran abrazo.

En brazos del mejor padre del mundo.

—Te amo, papi... Gracias por estar siempre para mí —susurré.

NERD.Where stories live. Discover now