A veces los celos I.

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Por primera vez en la historia de la humanidad, Reborn, el mejor sádico, tutor, asesino y maltratador de Tunas de la historia tuvo piedad de su inútil aprendiz.

Luego de evitar que los daños se propagaran por todo Japón, dio la orden a la niebla y al cielo de volver a kokuyo, puesto que al día siguiente tendrían clases y empezaba a caer la noche, orden que fue dada no sin antes una extensa burla de parte del infante.

La nube había aprovechado el momento en que Mukuro se distrajo discutiendo con el hitman para mirar a Sawada. El chico seguía sin salir del shock, pero podía apreciarse en su rostro un fuerte color carmín.

—Espero causarte muchas molestias futuras, omnívoro—murmuró el prefecto al acercarse al chico—. Es tu culpa por enamorarte de una fruta mal cosechada.

Tsuna parpadeó, claramente sorprendido antes de dirigir su mirada hacia el lugar al que había ido su guardián–léase como la entrada de nami-chū–. Sinceramente esa no se la había visto venir.

El silencio reinaba en el edificio, siendo únicamente interrumpido por el zumbido de tres celulares y el pasar de página producido por M.M.

—Para este momento ya deberían de volver—comentó a la nada el único azabache del grupo—. Me pregunto qué habrá hecho... Ese idiota.

—Tal vez nada, tal vez todo—opinó la chica del parche mirando atenta el aparato entre sus manos—. Pero no habrá necesidad de pensar mucho en ello.

—Es obvio, nos escribirán pronto para informarnos de todos los avances—fue turno del francés para intervenir en la conversación—. Aunque tengo el presentimiento de que acertaré una vez más.

Ante esas palabras los mayores del trío miraron al chico intrigados, no podían imaginar a Hibari arrastrando a Sawada a una situación tan malditamente peligrosa y ruidosa como aquella que sugería el menor.

—¿Te lo dice tu instinto?—Se atrevió a preguntar Chrome.

—Para nada, es sólo que un héroe siempre sabe lo que pasará.

—No creo, en realidad cierto senpai ha estado filtrando información que se escapa de Gamma.

La expresión de aburrimiento en el rostro del aprendiz de Mukuro fue remplazado por el lapso de dos segundos por una de odio absoluto.

Mientras tanto, en otro extremo del lugar una pelirroja y un rubio observaban a los otros sin entender lo que pasaba con ellos ni de qué hablaban, sólo sabían... No, sentían que los resultados de lo que sea que esos planearan no les iba a gustar.

El decir que estaban viéndose sometidos a una situación de alta tensión sería lo correcto para definir aquella situación. Sin embargo, aquello parecía no molestar a Rokudo... Por lo menos eso parecía suponer Tsuna aun cuando su propia intuición le dijera lo contrario.

—De haber sabido que estabas saliendo con él me habría burlado hace ya mucho tiempo—comentó el mayor en un intento por parecer tranquilo, aun cuando todo lo que quería hacer era obligar a Sawada a negar lo relacionado con el prefecto—. Pensar que eras tú el que se la pasaba balbuceando todo aquello de la confianza, la amistad y no sé qué otras mierdas.

Conviviendo con la piña.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora