—Pues... a distancia hasta que podamos... casarnos —respondió Adler y los adultos se miraron entre ellos.

—¿Casarse? —preguntó Rafael y Adler asintió—. ¿Tan pronto?

—No es pronto, tío... se lo pedí ya cuando teníamos como cinco o siete años, se tardó más de diez años en darme una respuesta —todos rieron.

—Bueno... es que... son un poco jóvenes —sonrió Berta.

—Sí, tía —sonrió Frieda—, pero nos amamos, desde siempre... Si cuentas eso son muchos años —añadió divertida.

—Solo que como una vez me dijo papá, ella no se daba cuenta... compréndanla... es así, un poco lenta —bromeó el chico.

—¿Lenta? ¿Yo? No me provoques, sapito... —amenazó.

—Hay cosas que nunca cambian, por lo que veo —sonrió Carolina.

—Y es mejor así —añadió Rafael y luego habló a los chicos—. Si están seguros de que eso es lo que desean, saben que tienen nuestro apoyo, pero no se apresuren, tómenlo con calma —aconsejó.

—Gracias, tío... pero estamos seguros... y la distancia... pues, será difícil y nosotros queremos estar juntos —añadió Adler.

—Y... ¿dónde será eso? —preguntó Berta temiendo la respuesta.

—Aún no hemos hablado de eso —sonrió Frieda.

La noche transcurrió tranquila entre conversaciones sencillas, recuerdos y planes para el futuro hasta que todos decidieron ir a la cama. Carolina y Frieda quedaron en la cocina dejando todo a punto y aprovecharon para conversar un rato mientras tomaban un café.

—¿Estás feliz? —preguntó su madre y la joven asintió—. Me alegro, te mereces serlo.

—¿En serio estás bien con la ida de él y yo juntos? —preguntó.

—Por supuesto, hija, es un chico genial, siempre lo fue. Además, lo importante es que ustedes estén contentos. ¿Lo hablaron? ¿Solucionaron todo? —quiso saber.

—Sí... Hemos aprendido mucho los dos, mamá, y creo que todavía queda mucho por aprender, pero ahora queremos hacerlo juntos —sonrió.

—Me alegro, Fri... ¿Vas a venir a vivir acá? Cuando se casen, digo... —preguntó Carolina.

—No lo sé, mamá, pero supongo que tenemos que pensar en la tía Berta... no lo sé... de verdad que aún no nos hemos planteado eso... acabamos de volver —sonrió.

—Bien... Será mejor que vayamos a dormir —dijo la mujer—. Mañana me queda bastante por hacer y quiero pasar un poco de tiempo con Berta, me preocupa dejarla sola.

—No está sola, está con Adler, él sabrá ayudarla —sonrió.

—Me gusta verte tan enamorada —dijo Carolina acompañando a su hija a su habitación. Cuando llegaron a la puerta la abrazó y la besó en la frente.

—Gracias mamá, por todo, por ser como eres —añadió la muchacha—. Sé que no siempre me comporté como debía, te oculté cosas cuando debí confiar en ti... sé que en ocasiones te fallé y no fui esa hija que querías que fuera...

—Frieda —Carolina la interrumpió y ambas entraron a la habitación de la chica—, tú eres la hija que quería que fueras, siempre lo has sido, porque yo nunca quise que fueras de ninguna manera solo he querido que fueras tú misma. Me agrada saber que has encontrado algunas respuestas, que has entendido ciertas cosas, que has madurado, porque eso solo te hace mejor persona y yo estoy orgullosa de ti, siempre lo he estado. Nunca me fallaste, Fri, los errores los cometemos todos y la vida tiene sus etapas, tú solo vivías las tuyas. Yo estaré siempre para ti, eso debes saberlo, pase lo que pase, no me defraudarás, nunca podrías —añadió abrazándola.

Ni príncipe ni princesa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora