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Luego de aquella extraña noche en la que Adler y Frieda compartieron caricias, las cosas entre ellos se volvieron algo más extrañas que lo normal. Mientras Frieda intentaba comportarse de la misma forma con el chico delante de sus padres, este había moderado mucho más su comportamiento y sus bromas para con ella.

Habían pasado cuatro días de aquello y Frieda —que acababa de terminar de estudiar con Marcia para una prueba al día siguiente— se dejó caer en la cama de su amiga bufando.

—¿Qué sucede con Adler ahora? —inquirió la chica mirándola con paciencia.

—No lo sé... nada, supongo... Todo con respecto a él me hace sentir extraña y no me gusta sentirme así...

—¿Así como? —preguntó Marcia divertida.

—No lo sé, expectante de que llegue, ansiosa... curiosa de saber con quién estuvo o qué ha estado haciendo. Siento que pierdo el control de mi persona y no quiero convertirme en una de esas chicas pesadas y melosas... Se supone que él y yo solo...

—Solo se divierten —añadió Marcia ante el silencio de Frieda y ella solo asintió.

—Bueno, solo fue una vez pero...

—Deberías hablar con él, Frieda. Esto puede terminar mal, lo sabes, ¿no? —preguntó su amiga.

—Lo sé... Estos días ha sido muy atento conmigo, son detalles tontos pero...

—Te gustan —sonrió Marcia y la chica se encogió de hombros—. Me gustaría entender qué tiene de malo que te enamores de él y por qué quieres pretender odiarlo cuando en verdad no puedes dejar de pensar en él.

—No empieces —dijo Frieda y Marcia solo se encogió de hombros.

Un par de horas después, Frieda regresó a su casa donde ya su familia la esperaba para la cena.

—¿Qué tal tu día? —preguntó su madre—. ¿Lista para el examen de mañana?

—Sí, aunque un par de cosas no me quedaron demasiado claras... de todas formas no creo que salga nada de eso, así que estoy tranquila —explicó.

—¿Qué materia es? —inquirió Rafael.

—Matemáticas —respondió la muchacha.

—No deberías dar por sentado que no saldrá... uno nunca sabe —dijo su padre y Frieda se encogió de hombros.

—¿Necesitas ayuda, Fri? Yo podría explicarte eso que no entiendes —ofreció Adler. Ella lo observó buscando el tinte de ironía o doble intención en sus palabras pero sus ojos miel no delataban maldad alguna, una media sonrisa se extendió en su rostro y la chica sintió que algo revoloteaba en su estómago. Rápidamente bajó la mirada y se concentró en su plato.

—¡Es buena idea! —dijo Rafael y Carolina asintió sonriente, cualquier cosa que limara las asperezas entre esos dos era bueno para ella.

Frieda asintió con timidez sin saber qué más decir y sintiéndose incapaz de refutar con ironía o algo de maldad a aquella mirada y brillante sonrisa que le regaló Adler. Luego de la cena, ambos se dirigieron a la habitación de la muchacha.

Ni príncipe ni princesa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora