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Se bajaron del taxi que los llevaba de regreso a casa y se besaron antes de ingresar al hogar, una vez dentro se separaron para no ser descubiertos. Frieda empezaba a sentir una intensa culpa por ello y Adler odiaba tener que ocultar lo que les estaba sucediendo. Carolina y Rafael se encontraban tomando café entre abrazos y besos en la cocina.

—Perdón... —dijo Frieda ingresando de golpe y encontrando a sus padres muy acaramelados.

—Hola, hija, ¿qué tal todo? —saludó Carolina mientras se acomodaba la blusa. Frieda rio, no era la primera vez que los veía así pero no le molestaba, el amor de sus padres era el sustento de su familia y lo que le hacía creer a ella que un día podría aspirar a un amor así.

—Super, solo venía a tomar un poco de agua, ya voy a dormir —dijo sirviéndose el líquido y luego besando a sus progenitores antes de irse a la cama. Adler ya estaba en su cuarto y se había puesto algo más cómodo mientras esperaba que el silencio se apoderara de la casa para poder ir a la habitación de Frieda, cosa que hizo casi cuarenta minutos después ingresando en la oscuridad y colándose bajo las frazadas de la chica quien apenas lo sintió comenzó a besarlo, se sentía algo culpable por la conversación de más temprano.

—Estás cariñosa, princesa —dijo Adler besándola y acariciándole la espalda con dulzura.

—Me gusta estar aquí a tu lado —admitió ella—. Adler, no me gusta mentirle a mis padres... la mentira es justo lo que ninguno de los dos tolera... sin embargo, si aceptamos lo nuestro... ya no podremos hacer estas cosas, papá me tendría super vigilada y... —dijo intentando alivianar lo que había dicho más temprano.

—Lo sé, y tampoco quiero eso... pero... me siento mal viviendo bajo el techo de ellos y... haciendo esto así, a escondidas, como si estuviera mal, Fri... Y no está mal, me gustas, te gusto... no somos niños... no sé qué tendría de malo —añadió encogiéndose de hombros.

—Esperemos solo un poco más y luego veremos la forma, ¿sí? —pidió la muchacha suspirando. Admitir aquello que estaba sintiendo frente a sus padres era demasiado, significaba admitir que lo que pasaba entre ellos era mucho más que una amistad con derechos.

El silencio volvió a instalarse entre ellos mientras se prodigaban caricias, besos y abrazos. El calor fue subiendo lentamente bajo aquellas frazadas y Frieda sintió que empezaría a incendiarse si no hacía algo al respecto.

—Debemos detenernos —dijo Adler alejándose un poco, la cuidaba y sabía que ella no estaba lista para seguir.

—Ya no quiero detenerme, Ad... pienso que... —suspiró. En realidad en ese mismo momento se sintió agobiada por sus propias mentiras, le había dicho a Adler que había estado con Mauricio cuando en realidad no había estado con nadie, sin embargo, la idea de decirle la verdad no le agradaba, no quería sentirse ante él como la virgencita tonta, quería que la viera como una mujer, como veía a Ava o a la misma Renée.

Ni príncipe ni princesa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora