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Cuando Adler volvió al sitio donde estaban los demás —mojado y enojado—, vio que sus padres y sus tíos seguían con el juego mientras que Frieda —como si nada hubiera sucedido— jugaba una partida de cartas con Samuel. Se acercó encolerizado y arrojó el celular en medio de la mesa improvisada sobre la cual jugaban.

—¡Eres una estúpida! ¡No sabes lo insoportable que eres! ¡Has echado a perder mi celular y me lo había regalado papá, le costó mucho adquirirlo! —exclamó muy molesto. Frieda observó su rostro colorado por el enfado y luego bajó la vista al aparato apagado que estaba sobre la mesa.

—Yo... —No supo qué decir, no había pensado que él podría tener el celular en el bolsillo. Se odió a sí misma por eso, sus padres le darían una buena reprimenda.

—¿Qué es todo esto? —dijo Nikolaus seguido por los adultos viendo como Adler enfadado gritaba a Frieda. Además estaba completamente mojado.

—¡Ella es una... arghhh! —exclamó no pudiendo decir lo que quería delante de los padres de Frieda. Odiaba que todos la vieran como una chica buena y perfecta cuando en realidad era una maldita desquiciada.

—¡Adler! —Lo llamó al orden su madre—. ¿Desde cuándo te refieres así de una mujer y menos de Frieda? —exclamó molesta.

—Miren lo que hizo la tierna princesita —dijo Adler irónico mientras tomaba de nuevo el celular en sus manos. Frieda no sabía qué decir, estaba en problemas.

—¿Tú hiciste eso? —preguntó Rafael mirando a su hija, ella solo bajó la vista.

—¡Me arrojó al agua y yo traía el celular en el bolsillo! —exclamó Adler casi gritando.

—¡Dios mío! No puede ser que se sigan haciendo esas bromas. ¿Acaso ya no hablamos de esto cuando tenían como once años? ¡Dios, ¿cuándo piensan madurar ustedes dos?! —Nikolaus estaba enfadado.

—¡Ella es la inmadura y caprichosa! —gritó Adler señalándola con el dedo.

—Claro, porque tú gritando de esa forma eres bien maduro —regañó su padre.

—¿No tienes nada que decir al respecto, Frieda? —preguntó su madre.

—Lo siento... yo... me enfadé y lo empujé... No sabía que traía el celular —se defendió con un hilo de voz.

—¿Y te parece bueno echarlo al agua por más que no lo hubieras sabido? —preguntó Rafael—. ¿Qué sucede con ustedes? —quiso saber.

—Él me dejó sola anoche en la fiesta. ¡Estaba molesta por eso! —escupió Frieda mirando con odio al muchacho.

—¿Cómo? —preguntó Nikolaus—. ¿Acaso no dijiste que la cuidarías?

—Bueno... yo... —Adler no sabía qué decir.

Ni príncipe ni princesa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora