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Durante el camino a casa Frieda se mostró ansiosa, la presencia de Mauricio allí le alteraba, eso sin contar que no había olvidado ese metejón que el chico tenía con ella. Tenía mucho miedo que dijera algo de la fiesta aquella que ya parecía tan lejana y de la cual nunca finalmente habló con Adler. Las palabras de Marcia repiquetearon en su interior: «Debes encontrar la forma de decirle a Adler lo de la fiesta, no será bueno que se entere por otro lado, además no pasó nada... pero las mentiras no son buenas».

Su amiga tenía razón pero el momento había pasado y ya no quería tocar un tema que había sucedido hacía tanto tiempo, ya no solo sería la culpa de lo sucedido sino la culpa de haberlo callado por tantos meses. Adler de seguro iba a molestarse por su falta de sinceridad. Sacudió la cabeza regañándose a sí misma, siempre le habían enseñado a decir la verdad, sus padres le habían insistido que eso era lo más importante y ella estaba envuelta en varias mentiras. No solo les había ocultado a sus padres lo de su relación con Adler, además le había mentido a Adler y por si todo eso fuera poco, llevaba dos semanas de atraso y no se lo había comentado a su chico por miedo a su reacción. Sabía que si ella estuviera embarazada, Adler se haría cargo sin dudarlo, era incluso probable que se pusiera contento, pero la sola idea de aceptar un posible embarazo la enloquecía, ¿qué le diría a sus padres? ¿Qué haría con la universidad y sus planes de futuro? ¡Era demasiado joven! Todo aquello la atormentaba tanto, que ni siquiera le había comentado a Marcia del retraso, prefería ignorar aquello y esperar a que todo volviera a la normalidad, quizás aún era demasiado pronto para preocuparse. Todo eso sin contar que Adler estaba por viajar y no quería decírselo antes de que se fuera, ¿qué tal si decidía quedarse? ¡No podía hacerle eso!, sabía lo importante que era para él volver con su familia en esos meses.

Suspiró y Adler notó su tensión, colocó una mano sobre su rodilla y le sonrió. Frieda respondió la sonrisa. Miró de reojo por el retrovisor para darse cuenta de que Mauricio dormía plácidamente en el asiento posterior. Era un buen momento para sincerarse, antes de que el estúpido obsesivo abriera la bocota... Sin embargo no halló el coraje, y ya estaban demasiado cerca de su destino como para tocar el tema en ese momento.

Adler la dejó en la casa y esperó a que entrara. Le dijo que volvería en un rato pero que mejor fuera a descansar, ambos tenían sueño y estaban cansados. Frieda le recomendó que manejara con cuidado y luego ingresó a su casa y a su habitación rogando porque Mauricio no dijera nada.

Cuando Adler llegó a la casa de Mauricio, intentó despertarlo sin éxito alguno, entonces se bajó del auto y abriendo la portezuela lo movió para que saliera de allí. Mauricio entre despierto y dormido, se dejó mover y le pidió que abriera la puerta y lo llevara a su habitación, era obvio que eso era lo que Adler planeaba hacer, el chico apenas podía sostenerse en pie así que no tenía alternativa. Buscó entre las llaves alguna que abriera la puerta mientras Mauricio se reía divertido, luego lo introdujo a su departamento y caminó en busca de la que sería su habitación. No era difícil, el sitio era pequeño y él vivía solo allí.

Ni príncipe ni princesa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora