Capítulo 5: Feliz cumpleaños.

1.3K 72 4
                                    

POV Rose

-Lissa, ¿dónde diablos está "fireboy" y todos los demás?-

-Rose, deberías cuidar tu vocabulario.-

Rodeé los ojos e ignoré, olímpicamente, a Janine. No armaría una escena en ese momento pero estaba furiosa con ella. Trajo a ese hombre justo en un día tan importante para presentármelo como mi padre, ¿en serio?

-Liss...-

Mi amiga se detuvo frente a la puerta que daba al salón donde se celebraba el baile anual y me miró con una sonrisa enorme.

-Ya, ya, tranquila, están adentro, les dije que pasaríamos a recogerlos así que vamos.-

No me dio ni tiempo para preguntarle ¿por qué estarían en ese preciso lugar? Pues entró casi corriendo seguida de mis padres, diablos, ¿dije mis padres? No, no, no, no podía aceptar al viejo así como así aunque haya sido tan divertido en el camino y me caiga realmente bien, me sentía algo identificada con él pero debía ir con cuidado, no tenía idea de cuándo se marcharía de nuevo y no quería hacerme esperanzas para luego llorar amargamente. Seguí a mi pequeño grupo dentro de la habitación pero había un problema. Todas las luces estaban apagadas. Mi cuerpo se tensó por instinto, me paré en seco y revisé rápidamente el vínculo para saber si Lissa se encontraba bien pero no pude ver nada. Mi preocupación aumentó y aumentó hasta que los escuché gritar.

-¡Sorpresa!-

Las luces se encendieron y desvelaron a mi grupo de amigos al completo. Lissa, Christian, Mia, Eddie, Adrián, hasta la pequeña Jill estaba ahí. Mi mirada se posó en cada rincón del salón. No podía creer lo que estaba viendo. Las paredes estaban forradas con una tela corrugada color crema que resaltaba las lucecitas azules del techo, que por cierto era totalmente negro, no me pregunten cómo pero se sentía como estar en el exterior en plena noche llena de hermosas estrellas. Me deleité con el delicado y delicioso aromo a rosas que parecía emanar de todos lados. El suelo estaba protegido con una mullida alfombra roja, era tan hermosa que quise poder volar sólo para no pisarla. Rosas blancas, rojas y azules dentro de preciosos jarrones rojo metálico nos rodeaban. En el centro del salón había una mesa redonda con un mantel color crema y un cubremantel rojo, del mismo tono de la alfombra, colocada para 10 personas. La vajilla parecía de porcelana o alguno de esos materiales pomposos y carísimos que yo jamás me preocuparía en comprar pero que hacía que mi ojos se aguaran al verla puesta por mí. Copas de cristal y cubiertos de plata. Todo tan estrafalario, ostentoso, bizarro y tan... extraordinario.

-Rose, ¿estás bien?-

Hasta ese momento reparé otra vez en Lissa que me veía preocupada pues, sin darme cuenta, había empezado a llorar. Lo único que pude hacer fue correr y abrazarla.

-Lissa, por San Vladimir, ¿cómo hiciste todo esto?, es hermoso. Gracias.-

-Paciencia y milagros, créeme.-

Liss rio, me devolvió el abrazo y susurró al oído.

-Aunque no fue mi idea, Dimitri me pidió que lo hiciera y estuvo al pendiente de cada detalle, ahora sé por qué.-

Sonreí con alegría y la abrasé más fuerte. Se unieron a nosotras todos los demás que comenzaron a felicitarme e indicarme que mis regalos ya estaban en mi habitación ¿cómo lo lograron? No tengo idea. Estaba en la última ronda de enhorabuenas cuando llegó la última persona que necesitaba para que el momento pasara de especial a perfecto.

-Bien, creo que es hora de la cena.-

Su acento lo delató. Me alejé de mis amigos y fui directo a él. Era un dios con ese smokin negro, camisa blanca y corbata roja. Su aftershave me voló la cabeza durante unos segundos, sólo deseaba sacarlo de la habitación y terminar lo de la mañana. Cuando lo tenía a unos cuantos centímetros frente a mí estuve a nada de arrojarme a sus labios pero aún me quedaba algo de cordura así que me conforme con sentir nuestros brazos en torno al cuerpo del otro.

-Feliz cumpleaños, Roza. Espero te haya gustado la sorpresa.-

-Sí, me encantó aunque no tanto como tú con este traje. Dimitri, no deberías mostrarle pan a una mujer hambrienta, mucho menos si esa mujer soy yo.-

Le di un beso en la mejilla pues sabía que haría que todos prestaran atención a eso y, con discreción, mi mano derecha bajó rápidamente y le dio un leve pellizco al firme trasero de mi ruso. Dimitri se tensó un poco por la sorpresa y mantuvo su cara de guardián pero sentí contra mi vientre cómo cierta parte de su anatomía respondió de inmediato a mi contacto. Me alejé y le sonreí al más puro estilo Rosemarie Hathaway. Sonrió y vi en sus ojos el fuego del amor y el deseo. Este sería, sin dudas, el mejor cumpleaños de mi vida.










Nuestro amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora