14. Sobrio

24 8 4
                                    


Alex Woods en multimedia.

"¡Sorpresa! ¡Todo era una broma!" pudo haber dicho él al llamarme una tarde cuando me encontró de nuevo en su pasillo, en el que ni yo sabía cómo había acabado, tal vez atraída inconscientemente por las fuerzas del mal. También pudo decirme "Hola, linda, ¿por qué me acosas?" o alguna de sus frases absurdas y arrogantes que suele emplear como toda una diva que era. Pero no, lo que me dijo no se acercaba a lo imaginable viniendo de Chad Smith tras nuestros últimos encuentros.

—Alex... ¿Qué me has hecho?— susurró dulcemente apoyado en la puerta abierta, medio invitándome a pasar. El cansancio inundaba su rostro, pero no impedía que una sonrisa se asomara en él.

—¿C-cómo dices?— pregunté con un hilito de voz mientras, perpleja, entraba junto a él.

Una vez dentro, cerró la puerta y se quedó un instante con la cabeza apoyada en ella. Yo permanecía de pie detrás de él sin saber qué hacer. Su habitación era mucho más grande que las nuestras. No lo había podido apreciar cuando se durmió con la pastilla pero ahora la veía inmensa. Sin embargo, mi vista estaba fija en él, analizando cualquiera movimiento que pudiera realizar, y el que hizo fue girarse hacia mí.

—Fue real, ¿verdad? Ahora lo recuerdo,— se sentó en su cama mientras hacía señas para que me acomodara a su lado—. Eres la chica de mi canción— sonrió fascinado.

—¿Por qué soy esa chica?— me atreví a preguntar tras obedecer a sus peticiones de sentarme con él.

—Porque estás en mi mente... Y todo lo que tengo en mente lo convierto en canción.

Solté una risita nerviosa. Actuaba de manera extraña, lo que me hizo pensar que seguramente no estaba del todo consciente en ese momento.

—La primera vez que te vi, eras una fan, actuando como mi mayor fan— retomó la palabra sin mirarme al tiempo que cambiaba de postura para meterse en la cama bajo las sábanas—. Millones de chicas actúan así, no fue para tanto. Pero luego apareciste en mi camión, invadiendo mi espacio personal cual acosadora. Voy a la cocina cuando no puedo dormir, y allí estás tú— rió observando su reloj con nervios—. Diez minutos... ¿Cómo es que estás en el tour?— hizo una pausa—Oh, ayudante del telonero, disculpa, linda.

—¿Qué?

No entendía nada de lo que soltaba, por más que lo intentaba.

—Duerme conmigo— sonrió como si estuviera drogado. Me lo tomaría a broma si hubiera sido Maddie o Sam pero en ese momento estaba en shock. Simplemente soltaba cosas sin sentido.

—Debo irme— me excusé.

—Quedan menos de diez minutos para que me quede frito por las pastillas. Me gustaría dormirme a tu lado— sonrió como un niño pequeño—. Quédate conmigo— tiró levemente de la manga de mi jersey azul.

—Así que era eso— murmuré, levemente decepcionada.

No eres capaz de tratarme bien si no estás medio zombie.

Eso es lo que queremos todas, ¿no? Descubrir el lado sensible del chico malo. En este caso, de la divaza Smith, mi ídolo. Fue una pena que tuviera que estar en ese estado para ser amable. No sabía comportarse sin estar drogado.

Tiró de mi brazo con ligereza, obligándome a acostarme a su lado.

—Quédate— susurró una vez más, entrelazándome entre sus brazos.

Sentía su relajante respiración encima de mi cabeza mientras se iba durmiendo, tanto que también me provocaba sueño. Arropada entre su cuerpo y sus mantas al compás de su propia respiración, ¿quién no se dormiría en esa situación?

El último veranoWhere stories live. Discover now