11. Inspiraciones

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Alex W. y Mike C. en multimedia.

—Te creo, pero el reto queda anulado porque no fue un partido justo.

—Lo comprendo. ¿Estamos bien?

—Estamos bien.

Nos dimos la mano como muestra de paz. Ya no quería preocuparme más. Josh tiró de mi mano y ambos caímos en su cama. Comenzó a hacerme cosquillas, aferrado a la idea de que eso aliviaría la tensión.

—¡Basta!— grité golpeándolo sin que mis carcajadas cesaran.

Se avalanzó sobre mí. Estaba acorralada debajo de él y no paró hasta que mi rodilla fue a dar con su entrepierna en un acto reflejo.

—¡Qué agresiva!— se quejó con un hilito de voz dejándose caer al otro lado de la cama. Sus manos volaron rápidamente al lugar afectado.

—Lo siento, fue sin querer. Pero te lo merecías— asentí satisfecha

—Mis cojo...

—¿Por qué rayos me hacías cosquillas?

—Para divertirnos— gruñó con una mueca de dolor manteniendo su agarre en la parte golpeada.

Sabía que dolía pero lo cómico de la situación disipó cualquier sentimiento de culpa.

—Las cosquillas no son divertidas, dejan heridos.

—A todo el mundo le gustan, ¡eres un monstruo!— se quejó.

—Puedo hacer cosas mucho peores— sonreí victoriosamente.

—¿Recuerdas cuando dije que me gustaba tu maldad? No sé si ahora me gusta más o me asusta.

—No me hagas cosquillas y estaremos bien.

Había hecho las paces con Josh y Sam y dejado las preocupaciones atrás, como bien mi tía Roberta me había recomendado. Me repetía a mí misma cada día que debía disfrutar al máximo el último verano.

Estando sola en mi habitación, alguien llamó a mi puerta. Era un Mike sonriente. Siempre lo veía feliz pero esta vez la había algo en su sonrisa que logró captar mi atención.

—Tengo una sorpresa— me susurró al oído mientras cubría delicadamente mis ojos con un pañuelo rojo.

Atrás pensamientos sucios, no es lo que pienso. Malditas hormonas.

Acepté ir con él y me guió hacia la salida del camión lentamente. Tropecé varias veces en el camino. Su torpe intento por ayudarme me pareció adorable. Tenía que darse cuenta de lo mucho que habría facilitado las cosas ponerme la venda después de llegar a la puerta.

—¡No me sueltes!— exclamé agarrando fuerte su brazo para no caerme en la escalera.

—Nunca— rió al apretar más su agarre.

Sentía su mirada atenta en mí aunque no podía asegurar si era real o solo imaginaciones mías. De todos modos un rubor del color del pañuelo ya estaba subiendo por mis mejillas pero mis habituales intentos por ocultarlo se vieron opacados por mi intriga por saber a dónde me llevaba Mike.

A través del pañuelo se podían divisar algunas sombras, no impedía totalmente la visión. Por el camino traté de adivinar el sendero, pero me despisté cuando me subió a un coche.

No avisé a nadie de mi partida. ¿Y si me secuestra?

—¿Este coche es tuyo?— grité moviendo los brazos para buscarlo pero no lo encontré hasta que se sentó a mi lado en el asiento del conductor.

El último veranoWhere stories live. Discover now