Capítulo 4: ¿Qué fue del amor?

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-Rose.-

-Buenas tardes, señorita. Mi nombre es Ibrahim Mazur pero puedes llamarme Abe.-

-En ese caso, usted dígame Rose.-

Abe sonrió encantado y se mantuvo, callado, sólo observando cada detalle de su hija a la que no había visto desde el día en que nació. Janine estaba demasiado nerviosa por la reacción de Rose y no paraba de jugar con sus manos. La joven no soportó el prolongado silencio.

-Hum, mmm, me dijo Kirova que querías hablar conmigo.-

Janine respiró, tomó valor y se acercó unos pasos a su hija.

-Sí, yo quería felicitarte, hoy es un día especial.-

La guardiana se acercó a Rose y le dio un abrazo, más nervioso que efusivo, la chica se lo devolvió aunque algo incómoda y cuando se separaron la duda seguía instalada en su mente.

-¿Eso es todo?-

-Sí.-

El fuerte carraspeo de Abe la hizo reconsiderar su respuesta.

-No, es decir, hay algo importante que quiero decirte...-

Otro largo silencio.

-Bueno, ¿puedes decirlo ya o será hasta que cumpla diecinueve?-

Janine asintió y se giró de lado para señalar a Abe.

-Rose, él es Ibrahim Mazur.-

Los ojos de Rose rodaron con impaciencia e ironía.

-¿En serio? Sí, creo que me lo dijo hace menos de diez minutos... Mira si no vas a decirme nada, mejor me voy porque Lissa está esperándome afuera. Un placer, Abe.-

Rose dio media vuelta y estaba por abrir la puerta para irse, Janine se quedó helada sin saber cómo darle la noticia pero Abe no había ido tan lejos para simplemente dejarlo para después.

-Soy tu padre.-

La joven dhampir se detuvo en seco y demoró apenas un parpadeo en responderle al moroi.

-¿Y? Eso no cambia nada. Gracias por el informe y adiós, viejo.-

Salió dejando a sus padres impactados por su respuesta. Afuera se encontraba Lissa esperándola con una gran sonrisa y un rostro lleno de esperanza. Rose le sonrió a su mejor amiga, su cabeza podía haberse vuelto un torbellino por la aparición de su, hasta ese momento desconocido, progenitor pero no dejaría que nada ni nadie estropera ese día.

-¿Lista, dhampir?-

-Puedes apostarlo, moroi.-

Ambas rieron hasta que escucharon a alguien acercarse.

-Rose, espera.-

Rose puso sus manos en sus caderas y frunció el gesto, comenzaba a enfadarse ¿por qué no la dejaban disfrutar de ese día y dejaban las pláticas y demás para otro momento, dentro de diez o veinte años por ejemplo? Lissa se dio cuenta de que algo pasaba pero intervino antes de que las cosas se descontrolaran.

-Janine, hola.-

-Hola, Lissa.-

Abe llegó junto a las chicas y asintió a Lissa a modo de saludo, ella hiso lo propio.

-Bien, ahora somos más.-

Rose miró a su amiga, completamente incrédula.

-¿Disculpa?-

Lissa uso su tono inocente y convincente para conseguir su cometido.

-Sí. Verán, iremos a celebrar el cumpleaños de Rose y por supuesto están invitados a acompañarnos. Vamos, Rose, entre más seamos será más divertido y tu madre y señor...-

-Abe Mazur, mucho gusto.-

-Eso, y el señor Abe estoy segura que estarán felices de acompañarnos.-

-Por supuesto, nada me complacería más.-

A Lissa le parecía genial que Rose pudiera pasar ese momento con su madre, tal vez las uniría. Claro que desconocía por completo lo que ocurría con "el señor Abe". Rose aceptó pues conocía las intenciones de Lissa y no quería arruinarle ni las esperanzas ni el entusiasmo.

-Bien pero si veo un solo gesto de desaprobación por la forma en que me divierto los dos estarán fuera en menos de lo que tardo de comerme una docena de donuts.-

Janine asintió y Abe se puso una mano en el corazón en forma de juramento solemne. Lissa aplaudió encantada y empezó a caminar para guiarlos a todos a, según Rose, los automóviles que los llevarían a ellos y a sus demás amigos hasta un restaurante-bar cerca de la academia pero, en realidad, los llevaría hasta la sorpresa que tanto trabajo les había costado organizar.


Nuestro amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora