—¡Mírame! No sé de qué hablas, Adler. Ya te dije que yo no tuve nunca nada con Mauricio. Si se trata de una foto, la habrán trucado —dijo la muchacha.

—¿Ah sí? ¿Esta no eres tú? —gritó Adler pasándole el celular a Frieda, lo que allí vio le heló el alma, en realidad era ella, en aquella fiesta, lo supo por la ropa que llevaba.

—Estaba drogada, Adler... No lo recuerdo, no sé qué sucedió. Fue una fiesta, ellos me drogaron... ¡Mamá explícale, por favor! —rogó Frieda ya sollozando.

—No sé qué demonios sucede acá —zanjó Carolina—. Pero eso es cierto, Adler, la drogaron en una fiesta, fue el verano pasado.

—¿El verano pasado? ¿Y no me lo dijiste, Frieda? ¡¿Cómo esperas que confíe en ti?!

—¡No lo sabía! ¡No recordaba nada! —gritó la muchacha.

—¿Tampoco recuerdas lo que hiciste con Javier? ¿O con Alan? ¿Y con Marcelo? Porque ellos lo recuerdan muy bien y lo están detallando aquí en el grupo —exclamó señalando su celular—. ¡Se acabó, Frieda! No pensé que tu odio por mí fuera tan inmenso... Está bien fingir un esguince en un partido de futbol familiar pero no pudiste haberme mentido así, no pudiste haberme dicho que me amabas por tanto tiempo solo... ¿para qué? ¿Para burlarte? ¡No! Te quise, siempre, te amé mucho, desde que eras chica. Aguanté todo, tus desplantes, tus bromas, tus maltratos, pero esto ya no, no es justo para mí... He dejado a mi padre enfermo solo para venir por ti, para estar contigo, ¿o piensas que vine por la universidad? ¡Lo hice por ti, Frieda! —gritó sollozando.

—Adler, mi amor... yo no te mentí, yo te amo —dijo la chica rogando. Carolina cada vez entendía menos pero se levantó y acudió hasta su hija que estaba visiblemente destrozada.

—Adler, ella no... no haría cosas así, no es mala... de verdad que no —añadió su madre intentando defenderla a pesar de no entender nada.

—No la defiendas, tía... ella siempre me odió, aunque no sé por qué... Sé que es tu hija y que no le verías nada malo, pero esto... es demasiado. ¿Además... te gusta Marcia también? —le preguntó a la chica entre lágrimas. Adler sentía que el pecho se le partía en miles de pedazos y que todo dentro de él estallaba, explotaba, haciendo que lo que consideraba seguro, eterno, se moviera de lugar a un sitio que estaba lleno de oscuridad e incertidumbre.

—¡No, Adler! ¡Dios! —dijo Frieda sollozando.

—¿Qué sucede? —Rafael ingresó al cuarto y vio una escena de lo más patética. Adler se había levantado y se marchaba, Frieda sollozaba en el suelo, Carolina la abrazaba con cara de confusión y Marcia dormía en la cama de su hija.

—Nada, tío, nada... yo me voy, me vuelvo ahora mismo a Alemania. Gracias por todo lo que hicieron por mí pero ya no regresaré —zanjó y caminó hacia la puerta.

—¡Adler! ¡No! —llamó Frieda en un intento desesperado porque se quedara, no podía perder al chico que amaba.

—Ah... —agregó el chico girándose—, y si estás embarazada, solicitaré un ADN, no me haré cargo de un niño que no es mío, Frieda.

—¿Embarazada? —exclamó Carolina con los ojos fuera de órbita, no entendía nada, hacía solo unos minutos su hija se besaba con su mejor amiga, posteriormente había escuchado que tanto ella como su sobrino, que se odiaron toda la vida, decían amarse. Había entendido algo de una foto comprometedora y ahora hablaban de un embarazo. ¿Qué estaba sucediendo y por qué ella no se había dado cuenta?

—Adler... yo no he estado con nadie más —susurró la muchacha.

—¿Has estado con Adler? —preguntó Carolina confundida y desorientada.

Ni príncipe ni princesa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora