Capítulo 49: "A Snow Day."

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[Lauren POV]

Algunas veces tengo la confusión de no saber si estoy soñando, o si estoy medio despierta y lo que oigo o siento es completamente real. Descartes era uno de mis filósofos favorito en el instituto, de hecho hoy en día muchos años más tarde sigo acordándome a la perfección de su idea de filosofía. Él decía que dudaba de muchas cosas, del procedimientos matemático ya que el hombre, según él, es imperfecto, y puede equivocarse. También dudaba de los sentidos, muchas veces nos hacen tomar decisiones erróneas. Y finalmente duda de la vigila y del sueño. ¿Cuando sé que estoy viviendo o que estoy soñando que vivo? Es algo complejo, y dudoso. En mi juventud me costaba mucho diferenciar mis sueños de la realidad, eran muy realistas a decir verdad. Después de noches y noches en vela, mi madre decidió mandarme a un psicólogo quién me dió un solo consejo: Cuando dudes de ello, busca un libro, un texto algo que leer. Si no te ves capacitado para leer, como si no supieras hacerlo, es un sueño.

A mitad de la noche, empezó a llover y me desperté por el ruido del agua, no tardé mucho en volver a dormir pero entonces escuché sollozos. Y curiosamente tenía la vaga impresión que los sollozos eran proveniente de mi sueño. Hasta que volví a abrir los ojos y los sollozos no cesaron. No tardé ni medio segundo en levantarme de la cama sin despertar Camila y entrar en la pequeña habitación de los niños. Lara estaba sentada sobre la cama, la cara entre las piernas. No tardé en sentarme a su lado y como por reflejo se tiró a mi. Sus lágrimas quemaban mi piel pasando mi camiseta. Tenía cuatro años, no debía estar llorando de esta manera, no era justo. Y dolía ser incapaz de hacer nada. Era su madre, debía poder protegerla de todo lo que le haría daño, pero esta vez estaba atada de manos, no podía hacer nada excepto hacerle entender que estaba ahí para ella. Que la quería y que jamás le pasaría nada.

—Lara, cariño. No llores mi amor.
—Suspiré secando las lágrimas que ahogaban su hermoso rostro.

Cogí uno de sus mechones castaños y lo deslice detrás de su oreja. Lo que más caracterizaba las mellizas era el color de su pelo, Lia tenía un hermoso rubio oscuro, y Lara un castaño muy parecido al de Camila.

—Mami me dijo algo antes de cerrar sus ojitos. —Dijo en un murmullo entre sus sollozos.

—¿Que te dijo cariño?

—Que se iba feliz. Porque sabía que tu y mami Cam nos cuidarían bien. Después sonrió, y cerró sus ojitos.
—Explicó y unas lágrimas escaparon de mis ojos. —No llores Mami.

—No lo hago si tu tampoco lo haces, ¿de acuerdo? —Pregunté con una fina sonrisa y ella asintió.

—¿Te puedes dormir conmigo?
—Preguntó regresando a la litera de abajo, y asentí.

—Claro. —Sonreí.

Desperté por el olor a café recién hecho, soy una persona muy cafetera. Aunque no sé si esa palabra existe o no. Quedé sorprendida al ver que no quedaba nadie en la habitación de los niños excepto yo. Me levanté con cuidado en no darme con la litera de abajo, pero no sirvió de nada. Y ahora me dolía la cabeza. Salí del cuarto con una mano en la frente y vi como Kai salía corriendo detrás de Mickey. Mientras Liam ya se ponía su ropa de esquí y sus hermanos le seguían el paso.

—Hola amor. —Sonrió Camila antes de besarme y darme una taza con café.

—Buenos días. —Sonreí. —¿Ya desayunaron?

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