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Sábado 7 de enero:

Nunca entendieron que fuera feliz con tan poco. Quizás lo que nunca extendieron fue que para mi no era poco. ¿Cómo iba a lograr que alguien entendiera que eras veneno y a la vez antídoto para mis días grises? Y que estas ojeras malvas no eran de no dormir, que eran de no soñar contigo. Ciento y pico meses después del caos que sufrimos al separar los caminos y los labios te escribo para decirte que no te odio, pero que casi. Que el sol ya no se cuela por la ventana de mi habitación cada mañana para visitarme desde que no te quedas desnuda y enrredada entre las sábanas de mi cama. Que mi ropa ya no huele a tu perfume. Que ya no hay mensajes en mi móvil de buenos días o de buenas noches. Que ya no le escribo bonito a nadie. Que a ninguna otra le he vuelto a dedicar canciones de amor o mi insomnio. Que ya nadie me pone los botones de mi camisa -y tampoco me los quita-, y que no he vuelto a ser de ninguna otra. Que mis clavículas siguen marcadas por tus besos. Que por mi espalda no han vuelto a caminar más dedos desde los tuyos. Que desde la última vez que te vi ya no me han vuelto a brillar los ojos al mirar a nadie más. Que ya de nada me sirve recordar los besos de ojos cerrados que me dabas si cuando los abra no me tropezaré de frente con tu sonrisa y con tus pupilas vidriosas. Que ya no cuento los pasos desde mi casa a la tuya, todos los escalones que había desde tu portal hasta la entrada de tu casa, los veintidós besos que medía tu espalda, las veces que me seguirías rogando para que me quedase un rato más contigo al despedirnos, todos los cafés que se me han enfriado cada sábado esperando a que vuelvas, y todas las sonrisas que se me borran de la cara al recordar lo que un día quisimos ser juntos y la de tiempo que ha pasado desde que ya no quiero ser nada, solo tuyo una vez más. Que no te encuentro en los besos de nadie. Que pienso que toda es una mierda desde que ya no estás, y que a pesar de eso sonrío por inercia, por orgullo propio. Y que aún conservo en el fondo del primer cajón de mi escritorio todas las cartas que me escribiste y que no tengo cojones de volver a leer.

Poesía para días grises.Where stories live. Discover now