Sintió la ligereza en sus piernas de vuelta e intentó ingresar al club para avisar a los demás que se iba junto a YoungJae, pero el hombre de seguridad fornido de la entrada le impidió el paso. Insistió pero cuanto más tosco se volvía el hombre, más enfadado actuaba.

–¡Hyung! –el grito familiar de YuGyeom atrajo su atención– ¿Dónde estabas? ¿Y YoungJae? –el menor se situó detrás de los custodios del lugar recibiendo como respuesta una chaqueta en su cuerpo.

–Nosotros nos vamos –le cantó por sobre los hombros del seguridad–. Y tú te puedes ir bien a la mierda –dedicó sus últimas palabras al mural de humano y se alejó corriendo.

Cayó en cuenta luego de unos metros del lugar, que YoungJae ya no estaba en la misma vereda, ni en la siguiente. No había nadie a excepción de él. Se desesperó porque situaciones nada agradables atosigaron su cabeza. Un taxi comenzó a frenar cerca de la esquina del frente y lo vio, YoungJae estaba allí esperando a subir e irse.

Gritó su nombre como pudo porque las tantas palabras que se estaba guardando ahora querían salir una tras otra entremezcladas, YoungJae no pareció haberle escuchado y caminó detrás del auto hasta adentrarse en él, aunque no pudo siquiera dar la dirección de destino; JaeBum le alcanzó impidiendo que el auto arrancase. Tres de la mañana no es lindo horario para molestar gente; el conductor soltó un improperio y se largó por la silenciosa y vacía calle.

YoungJae pegó una vuelta en el lugar suspirando. Él sólo quería regresar ¿qué tanto podía costarle?

–YoungJae ¿a dónde ibas? –la pregunta en vez de salir con preocupación, fue liberada con enojo, involuntario, tono que para JaeBum pasó desapercibido pero no para el menor.

YoungJae dejó escapar una risita sarcástica alborotando sus cabellos, estaba frustrado, un poco mareado y con frío. No se iba a perder por la calle, no se iba a ir con un desconocido cualquiera, no le iba a suceder nada, ya no era un niño, pero JaeBum seguía tratándole de esa forma que lograba hastiarlo. Todos lo hacían, estaba harto.

–A casa–le respondió, finalmente mirándole a los ojos–. ¿No puedo irme, acaso?

–¿Con quién estás viviendo? –JaeBum se le acercó un poco más. Notó que temblaba.

–Con la familia de YuGyeom –replicó.

A dos cuadras unas luces blancas se acercaban poco a poco. YoungJae se arrimó al cordón de la vereda con ánimos de frenar el auto y marcharse, sólo que la pregunta que llegó a sus oídos lo terminó descolocando.

–¿Estás... bien? Bebiste allí dentro...–el menor volvió sobre sus pasos de un segundo a otro sorprendiendo a JaeBum, se le acercó tanto que sintió el tibio aliento golpear en su rostro.

–No, no me drogaron ni ingerí nada extraño. No soy tan estúpido como para aceptar una bebida dudosa y tomarla con tanta confianza, vi cuando lo servían y por eso la tomé –explicó indignado–. Pero ¿sabes? Utilicé de excusa eso para poder besarte, porque quería. Sólo quería saber qué era sentir tus labios por un maldito momento. Nunca volteaste a verme sino era para recrearme en tu mente como a ese niño nerd que conociste cuando teníamos... ¿Cuánto? ¿Doce, trece años? –el dolor terminó quebrando su voz y postura, relajó sus músculos tensos y se alejó desviando la mirada de los oscuros ojos del mayor–. JaeBum, nunca me viste de otra forma que no sea esa y lo peor es que nunca me vas a ver distinto.

La carga emocional que había estado conteniendo desapareció, YoungJae se sintió libre y a la vez expuesto, demasiado, muy susceptible a lo que fuese que JaeBum le respondiera. Odiaba esos cambios repentinos, odiaba ser tan sentimental porque eso siempre lograba lastimarle. Sintió el daño aproximarse.

Creciste [2Jae]Where stories live. Discover now