Caminé lentamente, regresando a la habitación que había abandonado hace minutos atrás, y un hombre mas anciano en vista de su plateada cabellera corta, se levantaba del suelo al dejar un par de zapatos de rubí que combinaban a tono con un precioso vestido de época de corsé interior crema y encajes del mismo color.

- Buenas noches... - Saludó cortésmente aunque le asusté con mi presencia.

Lo estudié un poco más, sus lentes que bajaban un poco del puente de su nariz, sin embargo aún había brillo de juventud en ellos, de contextura normal, de ropas muy finas y diferentes al pirata, alejados de lo que le rodeaba, de hecho ahora mismo los 50's a comparación del otro hombre me parecían de lo más normal, al menos para el ancianito.

- Hola... - devolví el saludo, pasando el umbral de la puerta. El hombre señaló el vestido.

- Sé que no se siente muy bien con la situación, pero si le sirve, acá esta un hermoso vestido,, aunque... - ladeó la sonrisa – Bueno, claramente no está actualizado pero es lo que le gusta al joven, pero si me lo pregunta – alzó su dedo a la altura de su sien con solemnidad. – No hay nada como los clásicos, disfrute de usarlo.

- ¿Esos zapatos, son de... rubí? ¿De verdad...?

- En realidad, es granate señorita. Me llamo Holland, Brian Holland... puede llamarme solo Holland, ya estoy acostumbrado, estoy para lo que necesite.

Abrí y cerré los ojos estupefacta.

- ¿Qué, qué? Me está...

El sonrió con ternura

- Lorena...

- Bien, señorita Lorena, ahí tiene una tina con agua caliente, sales marinas y algunos perfumes para escoger. – Señaló tras la pared en acordeón de hermosos decorados. ¿Cómo es que eso no se caía con el oleaje del barco?

El hombre tomó mis manos y las palpó con suavidad en golpecitos dulces.

- Le hemos esperado unas largas décadas.

Salió tras darme una sonrisa amable, dejándome sola para arreglarme.

Luego de el baño, que realmente había relajado por completo mi cuerpo, me perfumé solo por el placer de hacerlo, la fragancias eran frutales y otras florales, decidiéndome por lo que parecían dulces de alguna clase, me enfundé el vestido y algunas piezas necesarias para una dama, tratando de comprender como iba todo aquello. Finalmente, enderecé mi cabello, no podía hacer mayor cosa por el,

Me coloqué con cuidado los altos zapatos de granate, temiendo romperlos, seguramente estaba haciendo más muecas que un policía de transito por ello. Al colocarme sobre mis pies, descubrí – para mi sorpresa- que eran realmente cómodos. ¿Qué clase de loco podría diseñar algo así?

Salí de la habitación, y tan pronto como caminaba por aquel pasillo apenas alumbrado por lámparas de aceite pegadas a la madera, hermosas y bien detalladas. Las luces y el sonido de copas llamó mi atención, y efectivamente, era la puerta que buscaba. Un enorme salón se extendía frente a mí, con una mesa alargada caoba. El pirata estaba sentado en un extremo de ella, mirando hacía afuera, tanteando con un dedo su copa, recién terminada de llenar por Holland, que al verme susurró a O'Malley y este le hizo ligeras señas de irse.

La mesa estaba completamente servida, y si antes sentía tener hambre, al golpearme las especias el olfato y los distintos olores de los platillos, sentía desmayarme del hambre, la boca estaba hecha agua.

- Adelante... - O'Malley extendió su mano hacia la esquina cercana a mí, es decir, la otra punta de la mesa. – Siéntate... llevo mucho esperando.

Saga Delucios: La Leyenda de O'MalleyWhere stories live. Discover now