𝟬𝟬𝟱 mistakes happen

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      La menor le contagió la sonrisa. Sin embargo, ese momento de felicidad y quietud culminó cuando escucharon un grito provenir de la sala donde se encontraba la mesa en la que Aslan había sido sacrificado.

      Todo pasó demasiado rápido. Abigail se congeló en su lugar cuando vio el reflejo de la Bruja Blanca, la cual seguía inconsciente de su presencia en la habitación. Por otro lado, Lucy corrió hacia Trumpkin, salvándolo del ataque del otro enano. No obstante, el enano aprovechó su altura para tirar a la niña.

    — ¡Lucy!—, gritó Abigail cuando vio al enano apuntarle con la espada.

      La chica se interpuso entre ambos, pero su grito captó la atención de Jadis. En cuanto la mujer posó su mirada sobre Abigail, un dolor se expandió por su cuerpo, provocando que ella cayera y gimiera a causa del dolor.

    Trumpkin clavó un puñal en la espalda del enano, deshaciéndose de él antes de acercarse a Lucy y Abigail.

    —Abby, ¿qué sucede?—, inquirió Lucy, preocupada y confundida. Entonces, se escuchó al hielo caer en pedazos, siendo Edmund el destructor del reflejo de la Bruja Blanca.

    Abigail tomó una bocanada de aire, siendo capaz de volver a respirar. El dolor dejó de expandirse inmediatamente, aunque seguía presente. La chica temblaba sobre el suelo, como si se estuviera congelando. Edmund se acercó corriendo y la tomó entre sus brazos, ayudándole a sentarse.

    — ¿Qué pasó?—, preguntó a su hermana en un grito demandante. Cuando Caspian y Peter le escucharon, fue cuestión de segundos para que se encontraran a los pies de la chica. Susan llegó al mismo tiempo que ellos.

    —No lo sé, nadie la tocó—, negó Lucy, mientras las lágrimas nublaban su vista.

    —Estás helada, Abby—, murmuró el azabache mientras le abrazaba, intentando darle calor humano. La chica se acurrucó contra su pecho, dándole la bienvenida al calor.

    —Toma—, ofreció Caspian su chaqueta y Edmund la tomó sin dudar para colocarla sobre los hombros de la chica antes de comenzar a pasar sus manos de arriba a abajo sobre su espalda. No obstante, se detuvo un segundo y su rostro cambió —. Sus manos.

    Ante su rostro estupefacto, todas las miradas se giraron a las manos de Abigail. Ellas tenían un tono morado y la escarcha las cubría. Edmund tomó sus manos entre las de él, frotándolas con cuidado mientras les soplaba aire caliente.

    Abigail giró la cabeza, sus ojos posándose en la mesa rota por la mitad. Ella no entendía el por qué, pero sentía la fuerte necesidad de acercarse a ella.

    Intentó levantarse y Edmund la ayudó, no muy convencido de que debería moverse en ese momento. Cuando ella caminó en esa dirección, el azabache continuó sosteniéndola por la cintura, mientras ella posaba su brazo sobre sus hombros para mantener el equilibrio. En silencio, los dos se acercaron a la mesa.

     Su mano libre acabó posándose sobre la mesa y, cuando sintió un abrazador calor subir por su brazo, soltó a Edmund y posó su otra mano contra la mesa. Todo su peso descansó sobre la mesa mientras el calor le recorría el cuerpo. La chaqueta cayó al suelo cuando ella movió los hombros. Se sentía más fuerte que nunca.

    Cuando se recuperó, dio un paso atrás. Sorprendida por la vitalidad que sentía ahora, miró a Edmund. El azabache pudo observar las llamas que inundaban sus ojos pero, después que la chica pestañeara, desaparecieron.

    —Me siento mejor—, anunció Abigail, girándose al resto del grupo que la observaban en silencio —. Mejor que nunca.


¹MOONLIGHTWhere stories live. Discover now