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Shawn despertó sin saber qué hora era

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Shawn despertó sin saber qué hora era. Normalmente despertaba cada mañana antes del amanecer. Aquel día, sin embargo, el sueño le nublaba la mente y una inhabitual pereza agarrotaba sus músculos. Algo suave despertó sus sentidos. Ella aún seguía en sus brazos.

En lugar de apartarse de inmediato, se quedó inmóvil, aspirando su aroma. Debería levantarse y ducharse, dejar claro que la aventura había terminado, pero no quería echarla aún de su lado.
Ella se movió cuando le acarició la espalda y sus manos descendieron por las curvas de sus caderas. Deseaba poseerla de nuevo. Una vez más. A pesar de las señales de alarma, le giró el cuerpo y la penetró en el instante. Se hundió en su interior más lentamente, con más cuidado que la noche anterior. Quería saborear ese último encuentro.

— Buenos días — murmuró ella con una voz seductora que le hizo estremecerse.

Farah bostezó y se estiró como un gato mientras le rodeaba el cuello con sus brazos. Hermosa y suave, sus movimientos imitaron los de él en un dulce balanceo.
Si la noche anterior había sido una rugiente tormenta, aquella mañana era la suave lluvia.
Él le retiró los cabellos del rostro, incapaz de resistirse a la tentación de besarla una y otra vez. No conseguía saciarse.
En su mente surgió la idea de que no quería que se marchara, pero la expulsó de su cabeza, decidido a no caer en una trampa emocional.
Había vivido demasiado tiempo sin ataduras para permitir que
"volviera a suceder."

Ella lo envolvió en su abrazo mientras él la embestía y se retiraba. El ritmo era lento, destinado a prolongar el placer.
Cuando ya no hubo manera de retrasar el exquisito placer, los llevó a ambos a la cima, quedando jadeantes y temblorosos, abrazados el uno al otro.
Se quedaron inmóviles durante largo rato, él aún dentro de ella.
De repente, la realidad se impuso. Era de día. La velada había terminado.
Bruscamente, se echó a un lado, se levantó de la cama y buscó sus pantalones.

— Voy a ducharme — dijo secamente al ver que la mujer lo miraba.

Ella asintió mientras él entraba en el cuarto de baño con más pena que alivio. Diez minutos después volvió al dormitorio. Ella había desaparecido de la cama, de la habitación.
De su vida.
Parecía, en efecto, que había entendido a la perfección las reglas del juego. Quizás demasiado bien. Por un instante se había permitido soñar con que quizás, sólo quizás, ella aún estuviera en la cama. Saciada del amor que él le había hecho.

Saciada y suya.

(...)

Farah se paró ante la puerta de las oficinas del Hotel, Tenía un aspecto frío y profesional, su trabajo le había costado lograrlo. No quedaba rastro de la mujer que se había entregado con tanta pasión dos noches antes.

Había esperado encontrárselo de nuevo. Por casualidad. A lo mejor conseguiría otra noche de pasión, aunque ella se había jurado que sólo sería una.

Tanto mejor así. Seguramente El ya había vuelto a su casa a tomar su vida normal, con su esposa y de inmediato borro esa idea de su cabeza.

— Señorita scott — A su espalda, la puerta se abrió y una mujer de mediana edad asomó la cabeza
El señor Mendes la recibirá ahora.

Farah sonrió y siguió a la mujer al interior del despacho. El señor Mendes estaba de espaldas y hablaba por el móvil. Al oírles entrar, se dio la vuelta y la joven se paró en seco.

El señor Mendes se limitó a enarcar una ceja en señal de reconocimiento antes de colgar.

— Ya puede retirarse, Margarita. La señorita y yo tenemos cosas de que hablar.  —

Farah tragó con dificultad mientras Margarita salía del despacho y el señor Mendes la miraba fijamente.

— Debes saber que no tenía ni idea de quién eras — dijo ella con voz temblorosa

—  Desde luego — contesto él con calma —  Lo noté por tú expresión, parece que has visto al demonio. Aun así, hace que las cosas resulten un poco incómodas, ¿no crees?

— No veo por qué —  dijo ella mientras se acercaba a él con una mano extendida
—  Buenos días, señor Mendes soy Farah Scott, su nueva ayudante. Confío en que trabajaremos bien juntos —

Él sonrió con cinismo, pero antes de poder decir nada, el móvil sonó de nuevo.

— Discúlpeme, señorita Farah —
dijo con voz relajada antes de contestar al teléfono.

— Le pido disculpas. Debo atender de inmediato un asunto. Reúnase con Margarita en el despacho y ella se encargará de... instalarla —

Farah asintió mientras él salía del despacho. Con las rodillas temblorosas, acudió en busca de Margarita mientras rezaba para conservar la compostura durante las siguientes cuatro semanas.

(...)

— ¿En qué puedo servirle, señor Mendes? contestó el jefe de recursos humanos del hotel.

— Farah Scott —  rugió él

— Su nueva ayudante, ¿que sucede con ella? —

— Deshazte de ella —  el coraje le invadía las venas no sabia lo que hacia.

— ¿Disculpe, Hay algún problema? —

— No quiero que siga ahí — respiró
hondo —  Trasládala, asciéndela o págale el sueldo entero del contrato, pero deshazte de ella. No puede trabajar para mí. Tengo una política muy estricta sobre relaciones personales entre empleados —

Tras unos minutos sin oír nada al otro lado del teléfono, soltó un juramento y colgó. La llamada se había cortado. De todos modos, no quería una respuesta. Sólo quería que se solucionara.

La ayudante de su hermano había vendido información muy valiosa sobre la empresa a sus competidores. Después de aquel desastre, sus hermanos y el habían adoptado políticas muy estrictas sobre las personas que trabajaban con ellos. No podían permitirse otra Desgracia para la empresa familiar, Aun así, sentía una opresión en el pecho mientras bajaba del coche y subía al jet. No podía negar que aquello había sido algo más que una aventura casual de una noche. Razón de más para cortarlo cuanto antes.

No volveria a caer, no de nuevo.

𝐴𝑣𝑒𝑛𝑡𝑢𝑟𝑎 𝑠𝑒𝑐𝑟𝑒𝑡𝑎 | 𝑆𝑀Where stories live. Discover now