Capítulo 21 "-Eso es suficiente para mí"

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En multimedia: Jeremy Irvine como Daniel. (Mi actor favorito en el mundo. Daniel es el único que tiene un actor que lo interpreta.)

Mi cerebro no procesa lo que mis ojos ven.

No puede ser posible. ¿Qué hace el chico de ojos grises frente a mi puerta? ¡¿Qué hace aquí después de todo lo que ha pasado?!

-Emma, tenemos que hablar -su voz suena firme y autoritaria, como si yo no pudiese rehusarme ante su orden.

Frunzo el ceño molesta ante su autoridad y por un instante dejo de lado todo el horror que me provoca su presencia para llenar el espacio con una rabia voraz. 

-¡¿Quién te crees para venir a irrumpir en mi casa y hablarme de esa manera?! -exclamo elevando la voz.

Si piensa que ésta vez se la dejaré fácil, está muy equivocado. Sufrirás, sufrirás tanto como yo lo hice. 

Que sea un maldito ángel no justifica ninguno de sus actos de violencia, ni el hecho de haber querido hacerme daño asustándome de aquella forma.

-He dicho que tenemos que hablar -espeta y da un paso hacia mí.

Instintivamente retrocedo temerosa y para mi sorpresa choco contra algo. 

-¿Y qué te hace pensar que ella irá contigo? -la enojada voz de Daniel hace que trague saliva.

Él pone sus manos en mis hombros y me atrae hacia sí, logrando que nuestros cuerpos se peguen de forma protectora.

-Genial -bufa Adam -Ya se me hacía raro ese asqueroso olor a quemado.

-¡Irradiamos luz, no fuego!, ¡no quemamos! -exclama Daniel como un niño caprichoso.

-Demasiada luz resulta que puede quemar, por eso es que ya no tienes neuronas "lucecita" -lo ataca Adam nuevamente.

-Ya te estabas tardando con los insultos -se queja Daniel -¡Que no me digas así!

Mientras ambos se lanzan miradas asesinas, yo sigo en medio, siendo lo único que evita que se abalancen uno contra el otro. El lugar empieza a llenarme de una espesa tensión que hace que la piel se me erice.

-¡Ya basta! -exclamo y siento como Daniel me presiona más contra su cuerpo.

-Dile que se vaya -me ordena mi amigo.

-No me iré hasta que hable con ella -responde el otro.

-Ella está aquí -fulmino con la mirada a Adam -Y ninguno de los dos tiene el derecho de ordenarme nada.

Los ojos grises del chico misterioso se clavan en los míos, sus ojos siempre logran divisar más allá de lo que logro admitir y aquello me frustra indudablemente.

Un pequeño silencio nos rodea mientras Adam y yo mantenemos la mirada.

Todo lo externo parece desaparecer y dudo por un instante al creer que esa sensación es solo un superpoder más que posee, que no soy yo quien se está perdiendo en sus ojos, que no soy yo quien sigue sintiendo esto cuando, independientemente de su naturaleza, me hecho tanto daño físico y emocional.

ADAM (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora