Capítulo trece: Viejos tiempos

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Cuando terminé de ponerme mi pijama, algo extraño comenzó a sonar en mi ventana. Pensé que era una ardilla o algo parecido. Pero casi se me sale el corazón de los nervios cuando la ventana se abrió.

La única persona que en la vida se había escabullido a través de mi ventana y sabía cómo hacerlo era...

-Hola- saludó Leo sacudiendo su ropa.

Mi corazón aún estaba demasiado acelerado, no podía emitir una sola palabra. Cuando Leo terminó de sacudirse, me miró.

-Pero, ¿qué demonios haces aquí, Leonard?- le pregunté molesta y con mi mano aún en el pecho- ¡Casi me matas de un susto!

-Pues vine a que nos pusiéramos de acuerdo con el trabajo de Física- respondió, y luego dibujó una sonrisa en sus labios. ¡Es tan absurdo!

-Eso no tiene ningún sentido. ¿Desde cuándo eres tan aplicado?, si se puede saber. Además, pudiste haber llamado a casa, hablarme mañana en la escuela, o ¡tocar el timbre como la gente normal!- exclamé con disgusto en mi voz.

Él comenzó a acercarse hacia mí.

-Tienes razón. Supongo que no lo pensé. Y vi que era tan tarde que no quise tocar el timbre y molestar a tu madre- dijo mientras metía sus manos en los bolsillos de su pantalón- Además, quería recordar viejos tiempos escabulléndome por tu ventana.

La primera vez que Leo se coló por mi ventana me dijo que tenía miedo. Su padre acababa de morir y su madre casi no estaba en casa por estar arreglando los asuntos del testamento y todas las propiedades que dejó su esposo. Esa vez jugamos a las cartas en mi habitación hasta que Leo decidió ser valiente y volver a su casa, además porque su madre llamó a casa preocupada por su ausencia.

Luego de eso, volvió a hacerlo unas cinco veces más con cualquier excusa. Siempre lograba que mi corazón sufriera un casi ataque por tomarme por sorpresa, pero en el fondo me encantaba que lo hiciera.

-¡Mamá no está en casa! Ni siquiera Diana está, idiota- yo misma me arrepentí de haberle notificado tales noticias. Él alzó ambas cejas y comenzó a observar alrededor de mi habitación, como si fuese la primera vez que visita el espacio.

-Oye, ¿dónde está nuestro hijo?- preguntó aún viendo a todos lados.

-¿Hijo?, ¿cuál hijo?- pregunté fingiendo no saber de lo que estaba hablando. Sabía perfectamente que se refería a mi oso de peluche.

-Ese oso de peluche que siempre estaba aquí. Te lo regalé en una feria. ¿Leo?- preguntó dibujando una media sonrisa. ¡Es injusto que se vea tan estúpidamente tierno cuando sonríe!

-Pensé que te desagradaba la idea de que alguien dijera que tú y yo tuviésemos un hijo- le dije cruzándome de brazos y alzando una de mis cejas.

-Pues ahora si me agrada la idea de que tengamos un hijo, sobre todo la parte en la que lo fabricamos- tardé unos segundos en procesarlo y luego abrí mi boca de par en par y abrí mis ojos como platos, no podía creer lo que acababa de oír- ¡Estoy bromeando, Claire!- exclamó Leo entre risas.

A lo lejos, comenzó a oírse un llanto y unos gritos llamándome: "¡Cle!"

-¡Richard! Seguro escuchó voces y se despertó. Ha estado tan quisquilloso desde que se cayó...- me lamenté y salí hacia la habitación de Rich. Sabía que Leo me seguía a través del pasillo.

-¡No dejes que te vea!- le advertí- se puede asustar...- Leo asintió con la cabeza.

Encontré a Richard frotándose sus ojos. Seguramente extrañaba a su madre.

-¿Qué pasa, cariño?- le pregunté mientras limpiaba las lágrimas de sus mejillas. Sabía que Leo contemplaba la escena desde una esquina de la puerta.

Amo Que Me Odies [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora